Por: Manuel Alberto Santillana

1. En el 2008 acudí a Caracas, Venezuela a presentar una ponencia en un congreso de historiadores de América Latina. Un colega venezolano/norteamericano profesor de una prestigiada universidad de California armó una mesa sobre migración y salud Era como cortesía de vuelta a una mesa con el mismo tema al que yo lo había invitado, un año antes en Oaxaca (aunque finalmente se hizo en Veracruz por los conflictos de la CNTE), esa ocasión en el Congreso Nacional de Salud Pública. Estuvimos cuatro días en Caracas y, como siempre, los viajes ilustran y modifican algo de la visión del mundo y de uno mismo. Finalmente cada viaje al exterior trascendente es también un viaje interior. Pero en este caso lo que interesa comentar es la polarización social y política que miré en Venezuela. Ahí eras Chavista o antichavista, no había más. Y las clases populares, los funcionarios públicos, los profesores de las universidades públicas y la gente en general era chavista, pero las clases medias, los profesionistas conservadores como los médicos o la mayoría de los empresarios eran antichavistas. Eso me sorprendió mucho, pero sobre todo porque en ese ya lejano 2008 en nuestro México se vivía una anomia y un letargo político brutal. Eran los tiempos de Felipe Calderón y el inicio de su guerra contra el narco, de su gran falsedad, y de negociar a punta de negocios y mentiras. A la vez que la gente soportaba todo.

2. La verdad yo nunca pensé ver esa polarización como la venezolana del 2008 en mi propio país. Pero en este 2021, y desde que AMLO ganó aplastantemente en las urnas en julio del 2018, lo veo todos los días. Mi amigo, el Dr. Tinker Salas, profesor venezolano/norteamericano del Pomona College en California me dice, “mira igual que en Venezuela, ahora pasa esto, ahora esto otro, ahora sigue esto”. Y no es porque sea saurino, sino porque es historiador. Y lo vivió en su patria de origen. Los pasos son precisos: primero la campaña de descalificación y de dudas de que si llega el candidato de izquierda el país se irá al precipicio, segundo  la sorpresa de las clases en el poder y empresariales al triunfo por las urnas, tercero el cuestionamiento a cada decisión que tome antes de la toma del poder, cuarto la rapiña de dejar vacías las arcas o los palacios hasta un día antes de la toma del poder (como se ha documentado del robo hasta de los cubiertos de la residencia oficial de Los Pinos), quinto la crítica diaria a cada decisión que tome el presidente no importa la que sea, sexto la descalificación a su persona (en el caso de Chávez a que era negro y feo, en el caso de AMLO a sus zapatos o acento tabasqueño), séptimo la fiscalización a cada acción o error de él o de sus allegados, octavo el inicio de una campaña de prensa de desestabilización basada en mentiras o fake news y noveno, pero no menos grave, a la acusación con agresiones y señalamientos con el dedo de que “el presidente polariza, agrede, descalifica”. 

3. No se crea que es algo nuevo, esto es una estrategia de la derecha nacional o trasnacional con los gobiernos de izquierda. Lo mismo se hizo con Salvador Allende en Chile en 1971, que con Correa en Ecuador, que en Brasil con Lula hace 10 años, o con Pepe Múgica en el Uruguay. Los pasos señalados en el párrafo anterior se siguen como una receta para desestabilizar a la buena o a la mala. Y en los casos donde no se logra como lo fue en Paraguay, en Honduras o más recientemente en Bolivia, simplemente se compra a los militares corruptos y se arma en conjunto con los partidos de derecha y empresarios resentidos un golpe de estado revestido de “vuelta a la democracia”.  Claro que 2020 ya no es lo mismo que 1973 y la OEA, la CIA o los Estados Unidos ya no están en condiciones de financiar golpes de estado, menos aún cuando tu vecino de al lado se integra a un pacto comercial de Norteamérica. Y cuando tu propio vecino, como en el caso de México se ocupa de ser la barrera que detiene a los inmigrantes del sur.

4. Pero en México la derecha se han topado con pared. Una parte porque la posición del vecino del norte fue de apoyo completo al elegido presidente constitucional y otra porque los niveles de corrupción nacional eran prácticamente insoportables. La gente de México estaba prácticamente hasta el gorro de la corrupción e impunidad y logró un cambio en las urnas. Desde luego que los grupos privilegiados han protestado, no en balde el discurso agresivo y lépero descalificador contra AMLO se basa en “él polariza, agrede y es un terco”. Pero si caemos en el garlito de creer que el discurso de la oposición en objetivo y justo, estamos equivocados. Todo es parte de una estrategia desestabilizadora bien planeada. Es más, se conoce ya que esto es un plan estructurado para desestabilizar gobiernos, lo ha denunciado el Fisgón y otra gente de izquierda de toda Latinoamérica. Y no, no es una teoría conspiracionista entre los Iluminatti y los extraterrestres a través de nanotecnología que nos pondrán en las vacunas, Patricia Navidad dixit, sino un plan que se ha implementado en América Latina cada vez que ganaba un candidato de izquierda.

5. Pero como México no hay dos, y acá la oposición moralmente derrotada es de risa, cual película barata de Viruta y Capulina. La neta sólo le faltan los pastelazos embarrados en la cara. Nomás como ejemplo tres perlas para cerrar este artículo: hacen un movimiento llamado FRENAAA que exige la renuncia del presidente con fecha y hora límite y hacen un meeting en el Zocalo con tiendas de campaña, y viene un ventarrón y las tiendas deshabitadas vuelan por los aires. Otra perla, medio mundo de la oposición y opinólogos critican la clausura del proyecto faraónico del Aeropuerto internacional de la Ciudad de México en Texcoco y critican el nuevo –naco y modesto- de Santa Lucía y, zaz, con las primeras lluvias el de Texcoco es parte de un lago porque por su ubicación requiere de un costosísimo sistema de bombeo. Ahí esta ya inundado. Y tercera perla, piden que se pare o detenga el proyecto del Tren Maya con mil argucias, desde que atropellará jaguares o tapires, que no tiene estudios ecológicos de soporte, que no toma en cuenta a la población maya de las zonas, que lo que se requiere es ese dinero para el deteriorado sistema de salud, en fin, y el proyecto recibe un muy reconocido premio internacional por ser uno de los tres mejores proyectos arquitectónicos y sustentables del mundo en el 2020 precisamente por su respeto a la sustentabilidad, colaboración con las comunidades locales y su austeridad.  Ni cómo ayudarles.

No se enganchen, la derecha mexicana o sus periodistas no critican porque sean objetivos, mesurados, o eventualmente porque tuvieran la razón en algunos casos, lo hacen por consigna, por resentimiento. Su consigna es muy simple, destruyen y ofenden.