Carlos Salinas de Gortari fue el primer presidente que saludé. Corría el año del 90, Salinas ya había seducido a medio México, ya se andaba olvidando la caída del sistema, y ahora sabemos que ya había hecho operación cicatriz con Cuauhtémoc Cárdenas. Yo recién ingresaba a la prepa y me apunté en la Banda Municipal como prestador del servicio social. Empezaba a tocar la batería por nota, aunque en los desfiles y otras presentaciones sólo tocaba el tambor, pues eran marchas militares y de otro tipo. No había rocanrol.

Anunciaron la visita de Salinas a la frontera, así que nos preparamos con lo mejor que teníamos. La Marcha de Zacatecas era el tema preferido de los políticos de aquellos tiempos. O por lo menos eso creíamos. Tocamos varios temas en la Plaza Plan de Agua Prieta, enfrente de Palacio Municipal,  pues el señor presidente se retrasó. Cuando dijeron que ya venía, iniciamos atropelladamente los primeros compases de la Marcha y de pronto alguien vino corriendo y nos calló con aspavientos. Supongo que al modernizador Salinas se le hacía anticuado y naco que lo recibieran así en los pueblos. Ni que fuera Juan Vargas de la Ley de Herodes.

Varias cosas le pidieron las autoridades municipales a Salinas, que si pavimentación por el maldito polvo, que si los muertos y vejaciones por el polvo maldito. Y es que no hacía mucho que se había descubierto el famoso “narco-túnel”, el primero del que se sabía, y que había generado varias disputas entre las autoridades locales y federales.  Miembros de la Policía Judicial, en ese entonces al mando del Fiscal de Hierro, catearon varias casas aledañas a la del  túnel. Golpearon, amenazaron, detuvieron sin recato ni derecho alguno, y el entonces presidente municipal se enteró de todo eso por la televisión.

Ya se acordarán, los que tengan cierta edad, cómo se las gastaban los judiciales por aquellos entonces. “Hay vienen los judas” era la frase de dar miedo, de echar a correr aunque no debieras nada. Los judiciales y las madrinas eran una especie de gavilleros con placa que lo mismo sometían a criminales, a otros cuerpos policiacos que a muchos, muchos inocentes. Ellos eran la ley. Así como ese narco túnel fue el pionero de otros, como el usado después en la huida por el Chapo Guzmán, así los crímenes, desapariciones y muertes de inocentes de la judicial fueron la profecía de lo que vendría décadas después con Calderón y Peña.

Se acabó el evento en la Plaza, cada quién para su casa. Cuál sería mi sorpresa que la comitiva de Salinas caminaba detrás de mí, flanqueado por guaruras del Estado Mayor. Me asusté, crucé la calle, caminé despacio, no quise llamar demasiado la atención. En ese momento me alcanza mi amigo Joaquín, con la misma cara de sorpresa que yo. De pronto, a unos metros de mi casa, la comitiva se detuvo y empezaron a entrar al jardín de una vecina. Qué carajo. Antes de entrar, Salinas volteó hacia donde estábamos nosotros, en el otro lado de la calle, con cara de what-the-fuck. No se nos ocurrió otra cosa más que alzar la mano y saludar. No hubo respuesta, se escondió detrás de esa sonrisa de duende que no se quitaba de encima, entró al jardín y luego a la casa. Después supimos que atendió una invitación a comer.

Ese día, en la esquina de mi calle, un elemento del Estado Mayor disfrutó del calor de la tarde sonorense.

II

Al segundo presidente que saludé fue al Doctor Ernesto Zedillo Ponce de León. Creo que le gusta que le digan doctor, intuyo que es importante para él.

Fue en el Gimnasio de la Universidad de Sonora (Unison), al que Zedillo venía a inaugurar, en diciembre del 95. Unas semanas antes se había presentado ya Joan Manuel Serrat, en un concierto memorable, en ese mismo recinto, en el cumpleaños del Alma Máter. Aquél concierto era todavía parte de los guiños que hacía el poder estatal para restañar los agravios dejados en la comunidad universitaria por el conflicto de la Ley 4.

Se construyó el Gimnasio y la gente se contentó. Se trajo a Serrat y los universitarios se contentaron más. Yo no fui a Serrar, yo me fui a otro concierto, a uno de rocanrol en el escenario al aire libre de La Sauceda. Ah, porque la Sauceda se había inaugurado un año antes, también por Zedillo, y entre otras cosas, el Parque cuenta con un escenario genial al aire libre. Ahora también está en el abandono.

Total, Zedillo llegó a tiempo, flanqueado por más guaruras que Salinas. Había alguna gente, no mucha, no cientos, alrededor. Yo fui más por curiosidad que por otra cosa. De pronto sentí que dos guardias no me quitaban la vista de encima, parecía que en cualquier momento irían sobre mí. Quizá era mi aspecto, pelo largo, barba crecida, suéter de manta. Un hipster pobre de los noventas. Se me acerca Laura y me dijo: “Vamos con la demás gente, aquí te ves muy sospechoso, no vaya ser que te confundan y te levanten”. Yo no le entendí. ¿Qué era eso de levantar? En fin, le hice caso, nos acercamos a la valla por donde iba a pasar el doctor.

Justo conforme nos íbamos acercando, el presidente se bajó de un camión y empezó a caminar hacia el Gimnasio. Yo me acerqué más, pero Laura se alejó, como que no quería que la vieran cerca de semejante tipo. Imagínense una foto del sub Marcos saludando a Pedro Aspe. Algo así. Pero yo sí lancé mi mano a Zedillo, para que me saludara, como lo hacían varias de las personas que estaban ahí.

Zedillo, mano de trapo, suave, suavecita, aguada, aguadita. Háganse de cuenta que le di la mano a un guante. Quizá exagero, pero mi apretón de manos le debe de haber dejado un dolorcito. Casi le pido disculpas, si no fuera porque se siguió caminando y saludando rápidamente, con esa sonrisa de mr. Burns en la que se escudaba en aquel tiempo. Pensé en entrar al evento, pero no. Crucé la Universidad, me fui con el atardecer a descansar.

III

A Vicente Fox lo fuimos a ver cuando estuvo en las escalinatas de la Unison, en el año 2000. Iba creciendo una foxmanía, pues era claro que el candidato del PRI, el señor Labastida, no lograba consolidar una buena campaña, y a Cárdenas se le adelantó el vaquero deslenguado desde el mítico “hoy, hoy, hoy”.

Quería verlo con mis propios ojos, escuchar lo que tenía que decir, ver que emociones me generaba. Gran personalidad de Chente en ese entonces, con su mano gigante en “V” que se convertía en el gran dedo de desprecio a los “mas de sesenta años de mal gobierno…” Su mensaje llegaba a buena parte del electorado cansado, en efecto, de los descalabros económicos de Salinas-Zedillo, de la violencia política vivida en esos sexenios. Tenía muy buena labia, a pesar de su limitado vocabulario.

Sin embargo, no puedo describirlo de otra manera más que de un merolico, un gran merolico. Vendía la salud en frasquitos oscuros de a 5 pesos sin etiqueta. Y se lo compramos.

No lo saludé, no estuve ni cerca, me lo impidió un ropero de 2 metros que me flanqueó el paso con cara que “ni se te ocurra”. La verdad tampoco ganas. Era sólo ver que tan cerca podía llegar.

IV

Andres Manuel López Obrador no ha sido presidente, todavía, pero también lo he saludado. Fue en el 2008, después de que Calderón “ganara” con el 0.56%. Andrés Manuel ya había sido investido como presidente legítimo y recorría el país recomponiendo fuerzas.

Quizá sea que no ha probado las mieles del poder presidencial, pero es el único que me ha visto a los ojos al darme la mano. Saluda como quien saluda a un conocido. “Es un gusto” le dije la primera vez. “Ayúdenos a la trasformación del país” contestó, sin detenerse.

…………

En Mayo del 2018, Carlos Salinas de Gortari sigue siendo quien ha sido desde que dejó la presidencia. Hay quien dice que es uno de los beneficiarios de todo el poder económico que tiene Carlos Slim, empresario que se convirtió en uno de los más ricos del mundo gracias a la privatización de Telmex, hecha en tiempos de Salinas. Ahora apoya a uno de los candidatos de la continuidad neoliberal que él inauguró.

El Dr. Zedillo, el que no traía cash, el que le gustaba que le dijeran la neta, trabaja en la Universidad de Yale donde es Honoris Causa y es socio de algunas de las compañías que vieron su auge con las privatizaciones de su gobierno, como Union Pacific-Ferromex. También da conferencias y cobra por ellas.

El Sr. Vicente Fox, a quien se le conoció después como el traidor a la democracia, es ahora un meme animado de las redes sociales. En su afán de detener a López Obrador, se ha convertido en el hazme reír de medio México con sus videos y ocurrencias y por su apoyo abierto a Meade, candidato del PRI, como alguna vez apoyó a Peña, también del PRI, partido que sacó de Los Pinos y que después ayudó a volver a meter.

Y Andrés Manuel López Obrador es por tercera vez candidato presidencial. A 44 días de la elección mantiene una ventaja de más de 15 puntos sobre el más cercano.

Ismael Cipriano.