Por: Isabel Dorado Auz.

 Eso es todo lo que necesitó Enrique Velázquez para llegar a la rectoría de la Universidad de Sonora. Desde el principio sabía que todo estaba planchado y solo se dejó llevar por el proceso que maquinó la Junta Universitaria, la que al final daría una lección contundente: 10 votos para Enrique Velázquez y cuatro para Amelia Iruretagoyena. O sea, 14 votos, de quince posibles, a favor del actual rector, Heriberto Grijalva.

De esta manera, los “químicos” tienen vía libre para continuar en el poder universitario, gracias al regalo que les otorgó Manlio Fabio Beltrones cuando impuso la Ley 4 de la Universidad de Sonora. El mecanismo es muy sencillo: La Junta se renueva parcialmente y cada integrante de la misma es aceptado con el visto bueno del Rector en turno. Así, se mantiene el control del máximo órgano de gobierno interno. De hecho, se llegó a pensar que los “químicos” se inclinarían por Amelia para darle otra cara a la administración y mostrar un poco de apertura a otras áreas de nuestra Alma Mater.

Sin embargo, Amelia solo resultó ser un distractor que propició ciertos debates internos e incluso un grupo de maestros universitarios, que fueron parte del CEUS, se sintieron ofendidos con esa candidatura y lanzaron fuertes críticas a la exdirectora de la División de Ciencias Sociales. No obstante que otro grupo, que se hizo llamar MARU (Movimiento Académico por la Reforma Universitaria), cuestionó la continuidad de los “químicos” a través de Enrique Velázquez, esas voces terminaron por darle cierta legitimidad al proceso y mandando la idea de que se vive la libertad de expresión dentro de nuestra muy querida Universidad de Sonora. También cumplieron su papel las candidaturas de Joel Enrique Espejel Blanco del Departamento de Economía y Ezequiel Rodríguez Jáuregui, del Departamento de Física, quienes debieran arribar a posiciones importantes dentro de la burocracia universitaria para legitimar y consolidar la llegada del nuevo rector.

Sin duda, la comunidad universitaria decidió no comprometerse en esta ocasión. De haberlo hecho, hubiese surgido alguna candidatura externa al proceso para cuestionar precisamente el proceso mismo. El STAUS, por ejemplo, pudo haber gastado sus energías y recursos en comprometerse con una candidatura fuerte, que sobran dentro de la universidad, para abrir paso a una nueva ley universitaria que permitiera la posibilidad de la alternancia, en lugar de acudir a la cuestionada Fiscalía Anticorrupción para tratar de disminuir la “fuerza” del actual rector de nuestra Universidad.

Si se carece de un análisis real de lo que ocurre actualmente al interior del campus universitario, entonces todas las estrategias serán mal dirigidas. Quiere dársele, por ejemplo, un papel estelar a Heriberto Grijalva cuando se pretende negociar las cláusulas violadas del Contrato Colectivo y las mejoras salariales que pretende nuestro sindicato, cuando en realidad el presupuesto no se define internamente, sino que los gobiernos federal y estatal definen, y en muchas ocasiones etiquetan, los recursos que recibe nuestra Universidad. En lugar de hacerle plantones a Heriberto, nuestros sindicatos debieran enfocar sus baterías a Congreso del Estado y al Congreso Federal, si realmente se quieren conseguir mejoras salariales y mayor respeto a nuestro contrato colectivo. Yo no creo, para dejarlo claro, que la Reforma al Estatuto de Personal Académico haya sido una brillante idea de Heriberto y su equipo de trabajo.

Estoy convencido que fue una imposición desde el gobierno federal, tal y como ocurrió a principios de este milenio con el nuevo Marco Curricular que, a su vez, fue una imposición, no solo del gobierno federal sino de parte de organismos internacionales.

Si verdaderamente queremos que nuestra Alma Mater retome sus años de gloria, debemos empezar por generar verdaderos debates internos, mismos que difícilmente impulsará una Junta Universitaria que en la mayoría de los casos se encuentra ausente de la verdadera problemática universitaria.

De no tomar medidas concretas, Enrique Velázquez cumplirá con sus ocho años de rector y, mientras tanto, Francisco Javier Castillo estará preparándose para sucederlo en el puesto, otra vez, nadando de muertito.