La Gaby era mi comadre, y lo era por el simple deseo de serlo, desde mucho antes de que yo tuviera a mi primer hijo a quien adoptó como ahijado sin necesidad de los trámites religiosos, que para ambos, han estado siempre de sobra.

Era una morra luchona y con muchas ganas de echar desmadre. Era una apasionada de la lucha social e intentó de diversas maneras lograr cambios. Eternas eran las charlas en las que la discusión se hacía intensa, así era ella… intensa.

El puente, cuando nuevo.

La Gaby estuvo en diferentes momentos de la vida política contemporánea del país, por qué no decirlo, apoyó luchas partidistas, pero también participó en la pugnas internas en las que criticó duramente a los mismos partidos. Fue defensora de los derechos de los trabajadores desde distintas trincheras, cómo no recordar su aferramiento a apostarse buscando liberar a trabajadores de la maquila con un discurso socio-comunista bastante afilado. Recuerdo también, nuestro paso por diferentes organizaciones juveniles y no tan juveniles, en ello, su vocación de formadora era evidente.

Se sumó también a las causas feministas y de empoderamiento de la mujer, a las de la diversidad sexual, a la de la legalización de la marihuana. Fue maestra, de las que batallaban por horas en la Universidad de Sonora, pero también fue maestra en la lucha y en su activismo, en su crítica, en su libertad y derecho ejercidos, en su simple y llanamente forma de ser.

Pero mi comadre no era únicamente eso, era una mujer con la que se batallaba y si no me creen, pregúntenle a Guadalupe y a La Dulce, su madre y su hermana, al Gerry Valenzuela, su casi-padre, o al montón de personajes que aún seguimos inmersos en diversas luchas en las que definitivamente imprimimos parte de su ejemplo.

Recuerdo gratamente la elaboración de pancartas, mantas, lonas y demás, que pintando hasta con bachas de cigarro y con cerveza en mano, quedaban bien chingonas. También recuerdo cómo tras su funeral, la mayoría de las flores que llegaron hasta su tumba, fueron llevadas de regreso y compartidas en la ofrenda a los pequeños que fueron asesinados en la tragedia de la Guardería ABC.

En los próximos días, dice una nota por ahí, el puente peatonal que conecta al Hospital General con la UNISON llevará finalmente su nombre, después tres años de que ello se aprobara en el Ayuntamiento de Hermosillo. ¡Carajo!, y eso qué, les aseguro que a La Gaby no le hubiera gustado ni tantito, así que espero que su forma de ser, su recuerdo y su enseñanza no se empolven como la placa que le pongan al puente, espero que La Gaby sea superada por la lucha y por el tiempo, que sus consignas se sigan reproduciendo hasta que ya no sean necesarias, que no nos hagamos, que le entremos y que le demos sentido a su muerte.

Salud y Revolución comadre… y que chingue su madre la salud, mientras llega la Revolución…

 

Arturo Rosas-Cabrera