A todos nos agrada ver a niñas y niños jugar felizmente en un parque, verlos reír, correr, jugar y hasta gritar, pero cuando un pequeño claramente se ve de dos años o más y va por ahí gritando “mamá, teta” o “mamá, quiero chichi”, seguro a más de uno se le desfigura la cara. Entonces aparecen las miradas incrédulas y desacreditadoras, los señalamientos, los dimes y diretes, incluso el cuestionamiento directo hacia la madre: “como que ya está grandecito para que le sigas dando pecho… ¿no?”.

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La costumbre de amamantar a los bebés por más de un año es algo normal, sano y más común de lo que creemos;  sin embargo esta práctica en algunas culturas, como en la occidental, se ve como algo negativo. Por ello, ver a un niño que supera el primer año de vida, que camina, corre, habla, ingiere diversos alimentos y continúa amamantándose, es para muchos algo en verdad chocante.

La lactancia prolongada -como se le llama a esta costumbre- es el término con el que se le conoce al amamantamiento que se desarrolla en un niño que supera la edad recomendada. Pero también para muchos es un término arbitrario que distorsiona el concepto de un acto que es totalmente natural y parte de la vida; es fisiológico, sano y sobre todo una realidad. Por ello, decir “lactancia prolongada” es incorrecto porque para expertos en el tema es lactancia y ya.  

La OMS recomienda la lactancia materna exclusiva durante seis meses, la introducción de alimentos apropiados y seguros para la edad a partir de entonces, así como un mantenimiento de la lactancia materna hasta los dos años o más, esto último quedando sujeto hasta que la mamá y el bebé lo deseen.

En este sentido, la OMS no pone un tope de edad para que un menor deje de ser lactado, es más un asunto de interpretación; por lo tanto, la edad en la que ocurre el destete de un niño varía de una sociedad a otra.

Gracias al aporte de diversas disciplinas científicas se sabe que la duración de la lactancia materna ha sido hasta hace poco por más de dos años. Desde el punto de vista de la sociología la edad promedio del destete ocurre de 2.5 a 3 años de edad; para la antropología la lactancia habla de 2.5 y siete años; la etnopediatría hace referencia a los cuatros años; y por último, la medicina considera que el destete ideal debe durar hasta  la madurez inmunológica, que ocurre de manera completa hasta los seis años de edad.

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A comienzos del siglo XX, sobre todo en los países industrializados, se observa un destete prematuro como consecuencia de la incursión de las mujeres al trabajo y la aparición y extensión del uso de sucedáneos de leche materna. Vale precisar que la presencia de las mujeres en el ámbito laboral no es en sí la raíz del destete prematuro y generalizado, sino la falta de apoyo a la lactancia en los espacios laborales.  

En la actualidad la lactancia en menores que superan los dos años de edad es un tema tabú, esto debido a la serie de prejuicios que giran en torno a un niño que lacta a una edad considerada como inapropiada. El tabú es consecuencia de la ignorancia y todo ello genera un contexto de señalamiento y discriminación hacia las madres  e hijos que la practican. Las barreras y el rechazo social que enfrentan, incluso por parte de los profesionales de la salud y su propia familia, se basa en mitos o creencias personales. Algunos de los prejuicios más extendidos sobre estos niños es que se cree que pueden sufrir desde problemas emocionales hasta una “desviación sexual”.

Conforme a la Asociación Española de Pediatría, diversas investigaciones señalan los beneficios de la lactancia materna en niños que superan los dos años de edad. Enfatizan en que aun con el paso del tiempo la leche materna no pierde sus propiedades porque a partir del primer año de lactancia la cantidad de grasa en la leche aumenta con respecto a los primeros meses, lo que da como resultado un alimento completo y nutritivo.

En la página oficial de esta agrupación española se cita que “los niños mayores que toman pecho siguen disfrutando de los beneficios inmunológicos de la leche materna con una menor incidencia de infecciones para su edad (…)”. También se menciona que años después del destete se encuentra una menor incidencia en algunas enfermedades como leucemia infantil y diabetes tipo 1.

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La lactancia materna prolongada contribuye a un mayor desarrollo intelectual, mejor desarrollo emocional y psicosocial, menor incidencia de maltrato infantil, mejor relación con los padres en la adolescencia, mayor percepción de cuidado y una mejor salud mental. Para la madre los beneficios son igual de importantes puesto que reduce el riesgo de diabetes tipo 2, cáncer de mama, cáncer de ovario, hipertensión e infarto al miocardio.

Entonces si es tan beneficioso para la salud, ¿por qué rechazamos y discriminamos tanto a la lactancia prolongada?, tal vez es momento de aceptar que nuestra ignorancia en el tema perjudica más de lo que aporta. Es momento de entender que la lactancia materna, su prolongación y el destete respetuoso es un asunto de dos, de madre e hijo y que nuestros prejuicios salen sobrando.

Por América Montoya