El gran proyecto de la administración de Guillermo Padrés para el Estado de Sonora, cuando fue gobernado, no fue el Acueducto Independencia como se podría pensar. Este era parte de un mega-proyecto que llevaba por nombre SONORA SI (sistema integral) que comprendía una serie de proyectos hidráulicos locales y regionales;  entre los cuales se encontraban dos desaladoras que estarían ubicadas una en Puerto Peñasco y la otra en la zona de Guaymas y Empalme.

Como la mayoría del SONORA SI, estas solo quedaron en papel; el desgaste social que ocasionó el Acueducto Independencia y la Presa Bicentenario en Pilares no permitieron avance en las demás obras planificadas; incluso muchas de ellas quedaron con la licitación a medias y tanto Guillermo Padrés en particular, como el gobierno del Estado en general se quedaron con una serie de compromisos que de una forma u otra tenían que cumplir.

De Padrés es de sobra conocido lo que ha pasado con su vida en los últimos meses; donde los grupos de poder han cobrado caro su falta de responsabilidad para cumplir sus compromisos. Mientras, el gobierno actual hace lo necesario para cubrir alguno de ellos y aquí se vale preguntar: ¿Cuáles eran los más fáciles y rápidos? Las desaladoras; principalmente la proyectada para los municipios de Guaymas y Empalme. ¿Por qué motivos? El primero es que cumple con las condiciones históricas de un reclamo por parte de las comunidades que ven afectado su acceso al agua principalmente por la competencia desleal contra la industria del turismo en esa zona. Esta industria es la que en estos momentos está siendo afectada por la situación agravante de crisis hídrica que va en aumento, causada principalmente por el trasvase de la cuenca del Río Yaqui; a la cual pertenecen estas dos poblaciones y que dicho trasvase es parte del Acueducto Independencia que lleva agua hacia la ciudad de Hermosillo.

Es decir, el trasvase generó un impacto directo en la cantidad y calidad de agua de una de las cuencas más afectadas, si no de todo el país, al menos si del Noroeste; donde la actividad minera, las hidroeléctricas y la agro-industria; así como el turismo de sol y playa han contribuido para la crisis hídrica que se vive en esa cuenca; que sumado al Acueducto tenemos una cuenca dañada de manera sistémica e integral y que al parecer no se está buscando una solución que permita recuperarla, sino todo lo contrario.

Es así como la nueva administración estatal con Claudia Pavlovich a la cabeza anuncia con bombo y platillo la construcción de esta desaladora, así como la licitación para la misma. Esta noticia no nos debe tomar por sorpresa, es solo la continuidad de una política hidráulica, pensada en generar ganancias económicas para ciertos grupos de poder, sin tener un cuenta, ni poner en marcha soluciones reales, sustentables y sostenibles para darle batalla a la crisis hídrica que se vive en todo el Estado. Es el capitalismo funcionando a lo que da; aprovechando las crisis que ellos mismos ocasionan para generar negocios para su provecho.

Esta desaladora que en un inicio pretende proveer de 72,000 litros de agua tratada al día, no es suficiente para las necesidades de estas dos ciudades; por lo  que se tendría que priorizar entre el consumo humano y la industria del turismo: ¿a quién cree usted que se le dará prioridad? Si entendemos que es un proyecto donde participan tanto el gobierno del estado como la iniciativa privada; pero como en este tipo de proyectos la mayor inversión viene de fondos públicos –se tiene destinado 350 millones de pesos del gobierno federal a fondo perdido, la mejor manera de llevar a cabo cualquier proyecto donde la corrupción es fácil de llegar – generando una deuda pública; además de acrecentar los impactos ambientales que ya se viven en toda la región.

Claramente este es un proyecto de final de tubería; que parte de una política hidráulica, misma que sigue siendo el modelo imperante para la gestión del agua y las cuencas hídricas, sin importar quien esté tomando las decisiones en ese momento, una política hidráulica que beneficia a ciertos grupos con poder económico, externalizando los impactos socio-ambientales con las poblaciones cercanas y con la naturaleza e internalizando las ganancias económicas.

Los impactos que generan las desaladoras están ampliamente documentados y estos son principalmente en las zonas costeras de los océanos, pues se necesita “limpiar” territorios naturales para la construcción de la infraestructura necesaria dañando sitios de anidación de distintas especies de aves marinas.

El cambio en el pH por la desalación y extracción de agua genera un cambio en la zonas de reproducción de la mayoría de las especies comerciales de peces e invertebrados pelágicos, desplazando también a los pescadores primero por la ocupación de sus territorios para la construcción de la infraestructura de la planta desaladora y segundo por la pérdida de especies marinas, con lo que tienen que buscar nuevas formas de ganarse la vida. Con suerte algunos de ellos terminan trabajando en la industria del turismo ya sea de manera informal o formal; de una forma muy precaria.

Esto genera una serie de injusticias socio-ambientales que no se ven solucionadas con la construcción de la desaladora; al contrario, el proyecto mismo es el responsable directo de ellas; pues no se construye para solucionar problemas de la población en general, su lógica es darle fuerza y continuidad, ya sea a la industria del turismo, como en este caso en particular o a la industria en general si vemos la construcción de desaladoras como la solución a los problemas de agua.

El anuncio de este proyecto trajo de vuelta a la mesa, al menos de forma mediática, la discusión de la planta desaladora para la ciudad de Hermosillo. Ese es un proyecto que ha sido rechazado por la sociedad en un par de ocasiones y que no es parte del antiguo mega-proyecto SONORA SI, pero si es plan que por mucho tiempo algunos empresarios hermosillenses tienen en la mira.

Con esto las “voces críticas” se han dejado escuchar; si esas voces de investigadores, académicos que desde la visión tecnócrata, capitalista, con muy poco o nada enfoque ecosistémico, declaran que no se necesita un proyecto de este tipo, pues Hermosillo tiene solucionado el problema de abastecimiento de agua por los próximos veinte años, gracias al Acueducto Independencia. Si estos investigadores no ven la incongruencia de sus declaraciones; entonces es entendible por qué se vive una crisis hídrica tan profunda.

Primero, la razón de la desaladora en Guaymas-Empalme se instala bajo la premisa de un problema de escasez de agua, escasez ocasionada por el trasvase, sin él es probable que no fuera necesaria la desaladora y se tendrían que buscar opciones para el abastecimiento en la capital del Estado. ¿La desaladora? Es posible que fuera la propuesta del gobierno estatal antes de buscar una verdadera gestión integral de cuencas. La segunda incongruencia es pensar que veinte años es tiempo suficiente para declarar que no se necesitan políticas hídricas sustentables y sostenibles –las desaladoras no son ni lo uno, ni lo otro- Si estos son los investigadores académicos que dictan la línea a seguir; se ve claramente que esta línea va de la mano del sistema neoliberal capitalista y no de los enfoques ecosistémicos y de justicia socio-ambiental.

La falta de una política pública integral para la gestión de cuencas hidrográficas, basada en enfoques ecosistémicos, es la que ha venido generando la crisis hídrica que se vive en el Estado, el país, el mundo y de la cual no se saldrá mediante políticas hidráulicas de final de tubería.

Jorge Tadeo VargasCoordinador de campañas en el Laboratorio de Investigación en Desarrollo Comunitario y Sustentabilidad, LIDECS