El problema es que los móviles no son juguetes, como dicen la mayoría de los pediatras.

Con la entrada de los niños a la etapa escolar o la adolescencia, a muchos padres se les cruza por la cabeza el dilema de si debe comprarle un celular a su hijo.

Esta situación es catalogada como un “dilema global” por la venezolana María Álvarez, quien brinda consejos a las familias sobre temas asociados a la tecnología como parte de la Comunidad Latina de Common Sense, organización que dirige desde la ciudad estadounidense de San Francisco.

A veces los padres se dejan chantajear cuando sus hijos les dicen “mis amigos tienen uno” o “yo soy el único que no tiene”.

Entonces, ¿qué deben hacer los padres?

El cambio social

Los números son distintos en cada región.

Según datos del Net Children Go Mobile, 46% de los niños europeos, con edades entre 9 y 11 años, tienen su propio móvil.

Los chicos de los Estados Unidos la ganan a esta estadística y reciben su primer equipo en torno a los 8 años. En América Latina, al menos el 26% de los adolescentes de 12 años tiene su propio celular.

Zabala indica que es en esta edad en la que los niños experimentan un cambio social.

Asegura que hasta los 12 años, el menor se sirve de herramientas de las que dispone en el hogar como la tablet o computadora, pero a partir de allí empiezan a usar el smartphone.

A su juicio, cada padre debería plantearse darle su primer teléfono al niño a los 12 o 13 años, cuando se añade un elemento de socialización.

Estableciendo las normas

A la pregunta de a qué edad darle el teléfono al niño, le es agregada la variable de qué tipo de teléfono comprarle, de acuerdo a la postura del pediatra David Hill, de la Academia Estadounidense de Pediatría.

Hill sostiene que no tiene que ser obligatoriamente un teléfono por el que navegue por internet, sino solo para llamadas.

Esa misma perspectiva la plantea Álvarez, quien asegura que esta decisión depende del  nivel de responsabilidad y madurez del adolescente.

De igual forma, si se le da por necesidad o por ceder a las presiones sociales del niño, el padre debe analizar las razones por las que se le entrega un celular.

De cualquier modo, lo importante es fijar las reglas.

No ir a comer con el teléfono encima, ni atender mensajes, o apagarlo a la hora de dormir, son algunos ejemplos de las acciones que podrían implicar consecuencias en caso de incumplirse las reglas.

La adicción al teléfono móvil es uno de los riesgos que más preocupan. Pero no es el único.

Hill también comulga con la idea de que es necesario establecer las normas de uso antes de entregar un teléfono al niño, así como involucrarlo en la toma de decisión de comprarlo.

Recomienda que desde el hogar se configure un plan que limite el uso del equipo móvil.

Pero así como se establecen las normas de uso para el menor, los padres también deben cumplir con las mismas reglas impuestas en casa, como el de no dormir con el teléfono prendido ni llevarlo a la mesa.

Tampoco hay que olvidar que las hormonas que garantizan el sueño profundo se ven afectadas por la luz azul de los teléfonos, añade Álvarez.

Los niños deberían descansar para rendir en sus actividades diarias, pero cómo lo harán si usan el celular durante la madrugada. “Ningún niño puede rendir si no duerme bien”, agrega.

“Demasiada autonomía”

Establecer límites es necesario a la hora de tomar en cuenta que en el mundo digital existen peligros que no los hay en el mundo real, como sugiere Zabala, quien además tiene tres hijos y escribe el blog sobre educación familiar iWomanish.

Asegura que al igual que no se debe dejar salir solo al chico a la calle, tampoco se le debe permitir usar algunas aplicaciones.

En estos casos recomienda seguir cuatro consejos:

  1. Apartar los prejuicios, pues todos los niños son diferentes.
  2. Entregarlo oportunamente. El celular nunca debe ser un regalo, sino algo que le prestas y que le puedes quitar.
  3. Configurar el móvil para adecuarlo, incluso, establecer perfil de usuario infantil y fijar contraseñas al equipo para que el niño no pueda descargar aplicaciones sin tu aprobación.
  4. Establecer normas de uso como fijar reglas. Esto no significa prohibir cosas, sino enseñarles  sobre la utilidad de la tecnología.

Enseñarles a gestionar el uso de la tecnología que tiene disponible y no darles “demasiada autonomía” sobre sus equipos, son algunas de las claves educativas de Zabala.

Aclaró que el adolescente debe ganarse la confianza de los padres antes de ser premiado con objetos u otros beneficios, dijo la especialista al asegurar que es más sencillo poner límites a un niño de 12 años, que esperar a que tenga 14 o 15.

Una manera de imponer límites es aplicar las herramientas de control parental en los dispositivos móviles.

Álvarez y Hill coinciden en que aunque los controles son efectivos al principio, los pequeños siempre encuentran la manera de evadirlos, por lo que es más efectiva la educación.

Álvarez concluye que los padres deben entender que el darle un teléfono a sus hijos significa iniciar una etapa nueva y de gran impacto para la familia. “Es ponerle el mundo en sus manos”.

Fuente: grandesmedios.com