Trabajo infantil en el Congo, en busca de coltán para las baterías de los smartphones.

“Un enemigo común, una lucha común. Contra el máximo enemigo: la extinción”

Charles Xavier, X-Men

#DiasdelFuturoPasado Vol. 64

Jorge Tadeo Vargas

Previo a la pandemia ocasionada por el COVID-19, tanto la Unión Europea, como  algunos intelectuales, periodistas, activistas, ONGs y funcionarios públicos del gobierno de los Estados Unidos comenzaron a plantearse la necesidad -decían ellos- de nuevos pactos económicos, esta vez basados en la necesidad de ir paliando la crisis climática -dicen ellos- a los cuales les pusieron el nombre de pactos verdes o nuevos pactos verdes, haciendo alusión al New Deal, propuesto por Franklin D. Roosevelt para salir de la crisis de los 30’s.

La Unión Europea comenzó con esto a partir del 2019, lanzando algunos ejes rectores para las corporaciones transnacionales y los gobiernos que pertenecen a la unión, financiando proyectos que tuvieran cierto maquillaje verde. En los Estados Unidos no se dio hasta que los demócratas recuperaran el control del congreso y de la presidencia. Una vez que pasó esto en las elecciones pasadas es que comienzan a trabajar en los mecanismos para ponerlo en marcha, lo que quizá ocurra después de la COP26 a celebrarse en Glasgow, Escocia en noviembre de este año 2021.

La propuesta que se pondrá en la mesa de discusiones de la COP26 es que tanto estos pactos verdes como la estafa del Cero-Neto, del cual hablaremos en otra ocasión, sean los nuevos mecanismos para las negociaciones entre los gobiernos del Norte, el Sur y las corporaciones transnacionales, dejando fuera todo el tema de los mercados de carbono que a la fecha han sido un completo fracaso en la lucha contra el cambio climático y la protección de la naturaleza, pero un buen negocio para los involucrados económicamente hablando.

Si vemos la definición que se le da desde el propio sistema a los pactos verdes, desde la ingenuidad podemos pensar que justo en ellos está la solución para frenar la emergencia climática y el inminente colapso socio-ecológico al que nos acercamos. Esto se presenta como un nuevo contrato social que regula la relación entre los seres humanos con la naturaleza aprovechando de forma sustentable “los recursos”. Sin embargo, la realidad es otra.  Estos pactos sirven como una oportunidad de negocios para las corporaciones transnacionales que desde una lógica economicista se maquillan de verde para mantener el extractivismo y la depredación característica de este modelo, principalmente en el Sur Global. Esta vez lo hacen con base en el argumento de una transición ecológica/energética justa y sustentable, ocultando que estamos ante un nuevo colonialismo, ahora maquillado de verde, de sustentable, pero colonialismo al fin, que sirve para los intereses del Norte Global.

También se presentan como una jugada desde los países del Norte como una jugada geopolítica, la cual en este momento de crisis busca retomar y fortalecer el servilismo de los países del Sur Global. Lo hace partiendo de la necesidad real de una transición justa, pero que a ellos no les importa, al contrario, la aprovechan para sus beneficios económicos y de control.

Estos pactos verdes plantean que para hacerle frente a la emergencia climática es importante comenzar desde una transición energética, desde ahí parten sus planes y sus acciones a llevar a cabo. Con esto se refieren a que debemos de hacer el cambio del uso de los combustibles fósiles hacia otras “materias primas” como son los residuos sólidos urbanos, el cobre, el litio entre otros metales esenciales para la construcción de sus mega plantas generadoras de las mal llamadas energías limpias. Su propuesta es cambiar la matriz energética, pero no cambiar el modelo de producción, lo que da como resultado otro tipo de contaminación que pude ser mucho más tóxica y agresiva en lo local que la que utilizamos en la actualidad. Además que mantiene a la naturaleza y sus ecosistemas como mercancía de uso. Mercancía ecológica, pero a fin de cuentas con un precio, un costo socioambiental, una externalización de estos y una ganancia económica para los “dueños de las plantas, que nunca son las comunidades. OJO, con esto no quiero decir que la propuesta de muchos gobiernos de usar los combustibles fósiles hasta que no den más sea la correcta, al contrario, es tan dañina como la propuesta en los pactos verdes, si no hay un cambio de matriz/modelo hacia algo más comunitario, no estamos hablando de transición.

La explotación de las mal llamadas energías renovables, del comercio de residuos, de los derechos de emisiones de CO2 nos están acercando a una nueva forma de colonialismo, esta vez maquillado de verde donde la reducida capacidad en la participación para la toma de decisiones por parte de los países del Sur Global nos deja en franca desventaja. Estos países son quienes aportan lo necesario para que los pactos verdes funcionen, mientras que pierden soberanía, autonomía y lo más importante pierden territorios y ecosistemas en aras de un supuesto desarrollo ambiental y sustentable.

¿Cómo podemos caracterizar este colonialismo? Primero por el aumento que se viene dando en la extracción de “recursos naturales” que antes no se extraían a los niveles actuales. Las minas de litio son un ejemplo de ello. Hay un aumento en las concesiones mineras en todo el Sur, que van devastando territorios/ecosistemas completos.

El aumento de los residuos principalmente industriales y como estos comienzan a mandarse a países en el Sur, es otra de las características, al punto que el Convenio de Basilea ha incluido una enmienda para tratar de controlar este tráfico, con mínimos resultados. En los próximos años el aumento de plásticos que se exportarán en nuestros países irán en aumento, pues mientas que en el Norte irán modificando su matriz energética, en el Sur pasaremos a usar energía tan sucia y contaminante como lo es la incineración de residuos.

La externalización de la huella de carbono irá en aumento, los países industrializados seguirán comprando sus bonos de carbono para mantener sus niveles de emisiones, en el caso de no poder hacerlo, venderán sus activos a gobiernos del Sur, la máquina sigue andando, mientras que los daños se externalizan en la naturaleza y las poblaciones humanas más vulneradas. Esto es parte del negocio en el comercio de emisiones, no se trata de reducir, sino de vender permisos para continuar envenenando el planeta.

Esta es una dominación maquillada de verde donde la idea de la gestión de la naturaleza pasará a manos de las corporaciones transnacionales y seguramente de las Instituciones Financieras Internacionales, donde los países afectados recibirían ciertos beneficios económicos fortaleciendo el servilismo y la complicidad, impactando seriamente en el planeta y sus procesos. No hay diferencia entre lo que se hace actualmente, solo que ahora se maquillan de verde y sustentables.

Este colonialismo verde por llamarlo de alguna forma cercana a lo que es, propuesto por los pactos verdes, además con toda la aprobación de investigadores, activistas, artistas, ONGs locales y transnacionales es el mayor riesgo que corremos pues es el paso más firme hacia el neo-feudalismo, por lo que es urgente darle la vuelta con un simple objetivo, hacer de este mundo un lugar mucho más solidario, justo social y ecológicamente hablando para todxs.

Desde la rebelión contra el Elisyum

Sierra Morelos, junio 2021

Jorge Tadeo Vargas. escritor, ensayista, activista, anarquista, panadero casero, adicto al vino tinto, el café, el té y lo que él considera buena música. Coordinador no oficial de LIDECS.