La discusión ha estado en la agenda de algunos países como en Reino Unido. A partir de una serie de elementos, hay quienes plantean que debería redefinirse el rango de edad para la adolescencia.

Comencemos desde el principio: la infancia y la adolescencia han sufrido cambios en los rangos de edad a lo largo de los tiempos y no siempre bajo los mismos criterios.

En el medioevo, la infancia terminaba a los 7 años, basados en la noción de que a esa edad se podía diferenciar el bien del mal.

En otros contextos, los 13 o los 15 años anunciaban la edad casadera de las personas.

La adolescencia como tal es un invento posterior a la Revolución Industrial; previo a esta época, se pasaba de la infancia a la adultez sin mayores preámbulos.

A lo largo de la historia los criterios que se han utilizado para marcar los límites etarios han variado de forma considerable; hoy en día, los argumentos que sustentan las diversas etapas de la vida, se basan en criterios cada vez más claros y sobre todo en evidencias científicas, principalmente aquello que se sabe del desarrollo del cerebro.

En semanas recientes, una publicación de The Lancet fundamenta las razones por las cuales debe considerarse a la adolescencia con un rango que va de los 10 a los 24 años. Y no se trata tan solo de ampliar el rango de una etapa crucial de la vida, toda vez que las implicaciones que esto tiene alcanzan niveles muy diversos.

En los últimos 100 años ha habido cambios biológicos considerables: el inicio de la menstruación sucede ahora al menos cuatro años más tempranamente que hace un siglo.

Por otra parte, las neurociencias tienen claro que el desarrollo del cerebro de los seres humanos (principalmente la corteza prefrontal) completa su maduración hasta los 24 años.

Esta área del cerebro es responsable de la integración de la información y del pensamiento abstracto, lo cual deriva en la capacidad de enjuiciar correctamente ciertas situaciones; es esa misma región la responsable de regular la impulsividad.

Gran parte de las conductas impulsivas y desatinadas de los adolescentes tienen que ver con esta madurez no completada.

Cualquier padre de adolescente puede dar cuenta de las dificultades que implica el querer convencer “con argumentos lógicos” a un adolescente obstinado e impulsivo.

La adolescencia entraña por tanto una época caracterizada por mayor riesgo para sufrir traumatismos accidentales o intencionados, mayor riesgo de embarazos no deseados así como de contraer infecciones de transmisión sexual o VIH.

Es importante tomar en cuenta otros factores que son determinantes de la adolescencia.

Si bien es considerada como una etapa de transición hacia la adultez, ciertos factores económicos y sociales juegan un papel importante.

En las sociedades actuales el proceso de independización económica se ha complicado sensiblemente; el inicio de una vida económicamente activa se retrasa cada vez más y la edad en que las personas se casan de igual forma ha tendido a prolongarse en las últimas décadas.

Un sistema económico como el actual con una serie cada vez mayor de necesidades creadas, hace que los jóvenes encuentren complicado y a veces incómodo, lograr la independencia del hogar de origen.

Las evidencias que sustentan un desarrollo más tardío de los seres humanos y que pugnan por alargar la adolescencia, encuentran a opositores que argumentan que tal prolongación “infantiliza” a los jóvenes y los hace incurrir en el riesgo de no lograr el proceso de individuación y separación deseable en todo adulto.

Tomando en cuenta ese rango de 10 a 24 años, en México esto implicaría que una quinta parte de nuestra población sea considerada adolescente, esto es, aproximadamente 23 millones de personas. Independientemente del rango que quiera tomarse en cuenta, voltear a ver las necesidades de este importante sector de la sociedad, tendrían que ser una prioridad en cualquier programa de salud que se precie de ser completo.

Por: Aldo Suárez
Fuente: elmananerodiario.com