Fue por estos días, en la caliente primavera del año 2006. Caliente en más de un sentido, pues la efervescencia electoral estaba a todo. Ya habían empezado a circular los spots televisivos de “un peligro para México”, ya había iniciado la campaña sucia.

No había una reunión, fiesta, comida ó plática en la que no viniera a la charla la posibilidad del triunfo del candidato de la izquierda, ya sea de quienes se creyeron aquella propaganda en contra y que empezaban a defenestrar y /o en quienes lo defendían pues lo veían como la posibilidad de una verdadera alternancia tras el fracaso de Fox. Y a veces la discusión subía de tono. Hubo familias separadas, amistades perdidas, alejamiento de vecinos. La campaña “de contrastes” les resultó: se polarizó a la sociedad, se le tornó a la defensiva, se le infundió miedo y desconfianza. Ese estado de ánimo rivalizó con el mensaje de fraternidad y esperanza que intentaron hasta el final enviar los estrategas de AMLO: “sonríe, vamos a ganar”.

En esas estábamos cuando un grupo de amigos nos organizamos para darle continuidad a una iniciativa del año anterior: hacer un Foro de análisis de la cosa pública, con una mesa semanal y teniendo como escenario el Centro Cultural Universitario Miguel Ángel Montaño (CCU). La serie de mesas o conversatorios original se había llamado “Palabra en Movimiento” y había tenido lugar un año antes, con algunos invitados de prestigio intelectual y profesional, que tuvieron a bien ir a compartir sus experiencias, ideas, pensares, sentires en temas de interés público.

Facilitó las cosas el hecho de que sus organizadores eran y son muy eficientes en lo que hacen: mis amigos Rocío Miranda, Rolando Díaz entre varios más. También ayudó que en el CCU habíamos conocido a algunos jesuitas con contactos e influencias: Pedro de Velazco, Manuel González, entre otros, que en su momento estuvieron a cargo de la Parroquia Universitaria. Y vaya, también ayudaba que el jesuita que en ese entonces vivía aquí en Hermosillo, Félix Palencia, estuviera en la organización.

Decidimos que la segunda edición se llamara igual y que los temas se relacionaran con la democracia en México como tema central, incluidas las elecciones. De los invitados de aquel año, el que más peso tenía y que más cercano teníamos al corazón era el ya citado Manuel González Morfín, con el que convivimos varios años durante su estancia en el CCU.

Don Manuel le decíamos, otros más allegados le decían “Meme” de cariño. Sacerdote jesuita, hijo de Efraín González Luna, uno de los fundadores del PAN, era un tipo extraordinario. Físicamente alto aunque un poco encorvado con los años, grueso de complexión, aguileño de rostro. Tenía una mirada penetrante, dura, pero después de incomodarte con premeditación te recogía con una dulce sonrisa que te ponía en sus manos. Esas artes de la estrategia le venían de su rigor intelectual: sus argumentaciones eran siempre sólidas, su método seguía al pié de la letra la lógica más pura. Y fumaba mucho, aunque después lo dejó. Era, en resumidas cuentas, un hombre bueno.

Fue, si no me equivoco, el invitado de la segunda semana. Alguien me había preguntado si aquellas mesas eran anti o pro López Obrador. La verdad, nuestra intención fue tener distintas voces y que hubiera un verdadero intercambio de ideas, de una manera clara y respetuosa, pero sin rehuirle al debate. En el caso de don Manuel no sabíamos con qué iba a salir.
Era bueno para el rollo, pero le gustaba ir al grano, cada vez que se podía. Alguna vez había dicho, en plena misa y con cierto enojo: “mi padre y mi padrino se partieron la madre por este país, y no voy a aceptar que se demerite esa entrega”*. (Las misas de don Manuel a veces tenían un lapso tipo mesa redonda, donde se invitaba a todos a participar exponiendo puntos de vista, eso daba pié a discusiones de otro tipo…)

Muy poco después de empezar su charla, Don Manuel empezó a citar algunos pasajes de los libros y escritos de Manuel Gómez Morín, otro de los fundadores del PAN y su padrino. Leía los renglones muy despacio, casi con parsimonia, como para que se entendiera bien lo que estaba leyendo. Fueron varios los pasajes que leyó y que explicó brevemente. Al terminar cada explicación lanzaba la pregunta: “¿algún candidato dice algo parecido a esto? ¿hay alguna opción, de las que se están jugando el poder público, que se asemeje a lo que estoy leyendo?”

Y siguió don Manuel, leyendo, y siguió preguntando. Los pasajes hablaban del abandono del gobierno hacia los pobres, del campo y de las ciudades, de la falta de interés y voluntad política de paliar su miseria. Hablaban de cómo la educación había dejado de ser prioritaria, que era rehén de intereses, que era necesaria una renovación. Hablaba de tantas y tantas carencias sociales y de cómo el gobierno se había alejado de su principal cometido y razón de ser: solventar esas carencias, atender a los ciudadanos, a todos, pero en especial a los más desfavorecidos. Terminó don Manuel enfático, emocionado quizá por las lecturas: “Hay una opción que declara que por el bien de todos, primero los pobres. Veo entonces una armonía, una similitud entre lo escrito y defendido por el autor de estos textos y los de esa candidatura”**. No lo quiso decir claramente, pero otra forma de haberlo dicho era: “Si Manuel Gómez Morín viviera, con López Obrador estuviera”.

Las campañas sucias siguieron hasta el día de la elección que oficialmente ganó Felipe Calderón, abanderado del PAN, con una diferencia del 0.56%, aunque para buena parte de la sociedad se trató de fraude electoral.

Fue el 2006, año difícil, de iniciativas ciudadanas esperanzadoras como ahora, de intentos de infundir miedo y polarización, como ahora. Pero han pasado 12 años y miles de muertos.

Don Manuel falleció en el 2007; el mal que le generó el tabaco lo arrebató de este mundo, pero nos dejó su huella, su inteligencia como acicate, su bondad como meta. Su sonrisa.

Palabra en Movimiento se convirtió en un programa de radio, en aquella genial locura colectiva que se llamó Radio Bemba. Duró 5 años, del 2006 al 2011, año en que RB desapareció dando paso a Zoom95.

Ahora en 2018, mis amigos, Rocío, Rolando, sus parejas y familias siguen aquí, ahora con más hijos extrauterinos, dando la batalla por un mejor entendimiento humano.

El CCU sigue activo como residencia, frente a la torre telcel en Hermosillo. Sigue apoyando estudiantes, aunque con muchas necesidades materiales. Por cierto, si alguien quiere aportar para la renovación física de esa institución que tanto ha ayudado a los estudiantes de bajos recursos, contacte a Francisco Teràn.

Y Andrés Manuel López Obrador es por tercera vez candidato presidencial. A 60 días de la elección, lleva una ventaja de 20 puntos sobre el candidato del PAN.
……………………..

* y ** No son citas exactas, pero seguramente habrá testigos que lo recuerden y que puedan confirmar.

Ismael Cipriano.