Por: Óscar Espinoza.
En febrero de este año falleció el sacerdote Fernando Cardenal, uno de las personalidades emblemáticas de la teología de la liberación, corriente social de la iglesia católica inspirada en el Concilio Vaticano II de 1962, siendo sumo pontífice Papa Juan XXIII. En dicho Concilio se planteaba un repensar de la labor de la iglesia católica, acuñando el concepto de la “Iglesia de los pobres”. Este concepto actuó como fuente de inspiración para la Conferencia Episcopal de Medellín (Colombia, 1968), donde se analizó la situación latinoamericana desde la iglesia y se plantea la necesidad de una solidaridad de la iglesia con los despojados, quienes sufren la pobreza.

14333112_10154691641830757_5340221923593882153_nLa teología de la liberación surge en el contexto de expansión de dictaduras militares en Centro y Sudamérica y el surgimiento de movimientos revolucionarios. Una de las épocas más sangrientas que hasta la fecha presenta sus secuelas en dramas humanos.

En 1971, el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez publica “Teología de la Liberación, Perspectiva”, texto donde se aborda los retos a enfrentar de la iglesia católica no sólo desde una perspectiva teológica sino también histórica, política y socio-económica y en donde recoge la idea del Papa XXIII de una “Iglesia de servicio y no de poder” y en ese marco plantea que la teología de la liberación “debe ser una crítica de la sociedad y de la Iglesia”, siendo prioritario el compromiso de servicio y que la teología es “acto segundo”. En vez de usarla como táctica para justificar una posición cómoda de la Iglesia dentro de la sociedad hispanoamericana,  es decir, justificar el status quo.

En lo socio-económico el Padre  Gutiérrez advierte del peligro de intentar copiar el modelo económico y social de los países ricos porque en ellos nace “el fruto de la injusticia” y por el contrario aboga por una perspectiva humanista que intente fijar la idea de desarrollo en un contexto más extenso: “en una visión histórica, en la que la humanidad aparece asumiendo su propio destino”  “la dependencia económica, social, política y cultural de unos pueblos con relación a otros, expresión de la dominación de unas clases sociales sobre otras”.

14448908_10154762902797638_4400655020620129874_nLa teología de la liberación fue catalogada de “subversiva” por el hecho de su compromiso e intervención en materia política frente al orden establecido,  así como la critica de ciertos actos que comprometia a la autoridad eclesiástica, pero no para otros. Cabe resaltar que este periodo de “persecución” a los teólogos de la liberación fue durante el pontificado de Juan Pablo II. Y muestra esta el hecho es el testimonio del Padre Fernando Cardenal en su conmovedor texto titulado “Carta a mis amigos”, en el que explicaba detalladamente las circunstancias de su expulsión de la orden de los jesuitas. Otra de los ejemplos más emblemáticos de dicha condena fue la humillación pública a la que Juan Pablo II sometió a Ernesto Cardenal, entonces ministro de Cultura, a quien, en su visita a Nicaragua en 1983, exigió, con el dedo amenazador, que arreglara sus problemas con la Iglesia, lo que suponía abandonar el Ministerio de Cultura. Exigencia que el poeta escuchó de rodillas, sonriente y con la cabeza descubierta.

El Padre Alejandro Solalinde en su visita a Sonora hizo patente la visión social de la iglesia católica, mostrando solidaridad contra quienes padecen las injusticias y agravios de parte del mismo estado con sus formalidades y simulaciones institucionales. A modo de autocrítica, debemos asumir que nuestra indiferencia también es un agravio.

En su llegada el día lunes sostuvo diálogo con los afectados y afectadas  del Río Sonora, padres y madres de la guardería ABC, maestros y maestras en lucha contra la punitiva “reforma educativa”. Hace dos años mostró su solidaridad y apoyo a estudiantes que tomaron Rectoría de la Universidad de Sonora en exigencia a un pronunciamiento sobre la desaparición de 43 estudiantes normalista de Ayotzinapa, tal como lo habían hecho otros rectores.

Como en pocas ocasiones la confluencia de agraviados nos hace ver que Sonora se vive en un clima de injusticias que nuestro silencio va de la mano con la impunidad imperante.

De lo resaltante ha hecho un llamado al Arzobispo de Hermosillo a estar a favor de quienes sufren injusticias tal y como promovió y participó en la marcha excluyente del FNF, así como le aconsejó alejarse del poder y dinero. En cuanto a los problemas derivados del derrame de tóxicos de Grupo México al Río Sonora ha propuesto llevar el caso a la Corte de la Haya como delito de lesa humanidad y que se lleve a consulta ciudadana la cancelación de la concesión al grupo minero.

Las acciones y mensajes del Padre Solalinde es la expresión del legado de la Teología de la Liberación.

Fotos: Claudio Murrieta.