“Las desapariciones duelen. En el programa de radio en que participo llamó un señor para compartir que su sobrino adolescente salió hace 17 años de casa y no han sabido nada de él. Dice que le duele su hermana, la mamá del joven, ahora tiene una enfermedad terminal y morirá sin la tranquilidad de saber qué pasó con su hijo. Este es sólo un ejemplo de desaparición en nuestro país.”

Por: Sylvia Teresa Manríquez.

I

El Globo

Llegó corriendo, no sabe si el piloto querrá llevarlas pero no se intimida. El espacio en tan extraña nave es reducido por eso sólo lleva una pequeña bolsa y agua.

Trae consigo el libro que su padre le regaló cuando ella apenas aprendía los sonidos de las letras. La portada muestra un gran globo de colores del que cuelga una especie de canasta en la que viajan dos personas, que ella asegura son felices porque nadie puede reír de tal forma sin serlo.

Hace meses su esposo tan joven como ella salió a un mitin y no regresó. Cada día espera que los periódicos o la radio traigan noticias de él, pero ojos y oídos encuentran explicaciones complicadas que ella no entiende. Que un basurón, que un incendio, que un cuartel, que los expertos, que los voceros… que la impotencia y la desesperanza.

Por eso, cuando el globo aerostático aterrizó cerca de su pueblo sintió que iba por ella. Todo el día, sin decir nada, estuvo preparando lo que debía llevar. Con su hija en los brazos no siente temor ni piensa en el rechazo.

Estaba segura que en las alturas Dios tendrá piedad y soplará un suave viento que las llevará al lugar de la portada de su libro de la infancia, entonces podrá sonreír de nuevo.

*****

II

Las desapariciones duelen. En el programa de radio en que participo llamó un señor para compartir que su sobrino adolescente salió hace 17 años de casa y no han sabido nada de él. Dice que le duele su hermana, la mamá del joven, ahora tiene una enfermedad terminal y morirá sin la tranquilidad de saber qué pasó con su hijo. Este es sólo un ejemplo de desaparición en nuestro país.

Aunque la desaparición forzada es un problema mundial, no podemos negar que en México las personas desaparecen más fácilmente que la basura en las calles.

madresmexico-450x337La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, CIDH, en 2015 enfatizó el alarmante aumento de las desapariciones forzadas en nuestro país, ya que representantes de dicha comisión constataron niveles críticos de desaparición de personas en grandes extensiones de la república.

Cierto que este fenómeno no es nuevo, y que podemos revisar las cifras  de  desapariciones de la llamada “guerra sucia”, de los años 60 a 80.

Y cierto también que actualmente el aumento se da en forma espeluznante. Según la CIDH, en 2014 se contabilizaron 22 mil 322 personas no localizadas o desaparecidas y en septiembre de 2015 se contaron 26 mil 798.

El Registro Nacional de Personas No Localizadas y Desaparecidas en México señala 24 mil 288 casos del fuero común y 794 en el fuero federal, en total 25 mil 82 tan sólo en lo que va de este año.

Igual de preocupante es que la CIDH asegure que en México se carece de un registro confiable, por lo que no se puede llegar a un diagnostico adecuado.

También se sabe que al mes de junio de 2015, entre las personas que fueron desaparecidas de manera involuntaria, ninguna fue encontrada con vida. (Según datos de la Base de datos de la Procuraduría General de la República).

DesaparecidaCatedralCercacercaHay otra cifra de víctimas que no se cuantifica: madres, padres, hijas, hijos, parejas, familiares y amistades de quienes han desaparecido.

Hombres y mujeres buscando desesperadamente cualquier indicio que lleve a encontrar a esa persona querida, viva o muerta. Encontrando en la mayoría de los casos frustración e impotencia al no poder ejercer su derecho a saber la verdad sobre la desaparición, como va el progreso de las investigaciones y principalmente dónde está su ser querido.

Como ciudadanía padecemos duelos, no resueltos o suspendidos en la espera de algo que nos dé por lo menos una pista del paradero de la persona que nos fue arrebatada.

Nos preguntamos una, cien, mil veces ¿Dónde están? Alzamos los puños impotentes porque no podemos hacer más, no nos dejan hacer más. Vale recordar  represalias, detenciones arbitrarias, intimidación, contra los familiares y defensores que se atreven a investigar por su cuenta.

¿Qué podemos hacer cuando el derecho a vivir en libertad se trastoca tan fácilmente?

¿Hasta cuándo dejaremos de sentir miedo a que una persona querida desaparezca de repente? Todos, todas, necesitamos respuestas y acciones que nos hagan sentir protegidos y no materia para la represión.

Sí, las desapariciones duelen y hieren las raíces de  este país ultrajado que  somos nosotros, nosotras.

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