• ¡Oh, Mira! Una marcha feminista. Somos hombres buenos, merecemos estar al frente y que nos aplaudan.

A sus 19 años, Mara Fernanda Castilla Miranda, estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), fue víctima de la violencia de género en México.

El 8 de septiembre, Mara quiso llegar sana y salva a casa, por ese motivo, solicitó un auto particular del servicio Cabify; no obstante, pronto fue reportada su desaparición y días después, medios de comunicación anunciaron que su cuerpo ya había sido encontrado sin vida y con signos de violencia sexual.

Por lo anterior ―aunque no faltaron los santos elegidos que revictimizaron a Mara por su decisión de divertirse una noche en compañía de sus conocidas―, colectivas, asociaciones, feministas y mujeres organizaron marchas en distintos estados de la República.

Entre la organización, como en otras marchas, se acordó una estructura sencilla para los contingentes: al frente, el separatista compuesto solo por mujeres; posteriormente, contingentes mixtos, para que mujeres y aliados pudieran marchar codo a codo y, finalmente, los exclusivamente conformados por hombres que gustaran sumarse a la protesta. Asimismo, se solicitó a los periodistas, sobre todo hombres, que caminaran alrededor de la marcha y no intentaran entrar a los contingentes, mucho menos al separatista.

Las razones para esta «formación» son simples; la primera porque aproximadamente el 90 por ciento de los feminicidios, acosos y agresiones sexuales contra mujeres son cometidos por hombres, por lo que se busca generar espacios seguros donde las mujeres puedan sentirse cómodas y marchar sin temor a que un hombre las violente.

[Sabemos que no todos los hombres son iguales, pero no nos pondremos a recopilar cartas de antecedentes no penales para dejarlos pasar si están libres de culpa, de todas formas, Ricardo Alexis, el asesino de Mara, estaba casi libre de pecado ¿o no, UBER?].

La segunda, porque en el camino por hacer visible la violencia de género, se busca que los hombres no tengan papeles protagónicos, que los conviertan en santos mártires de las voces femeninas; pues uno de los obstáculos a los que se enfrenta el empoderamiento, tanto corporal como intelectual de las mujeres, es precisamente la ruptura de ese antaño formato en el que los hombres (esposos) hablaban y decidían por las mujeres (esposas).

Aunque en todas y cada una de las marchas se justifica esta decisión separatista, no faltan los amantes de la contradicción que buscan maneras casi ilógicas de «rebelarse» a esta decisión de las colectivas que organizan las marchas. Tampoco faltan los puros de conciencia que quieren, a fuerza y sobre toda decisión femenina, incluirse en el contingente feminista, como el periodista Jenaro Villamil, quien se ha convertido en el protagónico de la Marcha por Mara que se llevó a cabo en la Ciudad de México.

El buen Jenaro, quien argumenta que solo estaba haciendo su trabajo, difundió un video en el que se observa a un grupo de mujeres solicitándole que salga del contingente; al no recibir más que risas como respuesta, ellas optan por empujarlo, y las redes sociales y los amantes de la contradicción ahora llevan a cabo un linchamiento mediático contra las jóvenes, dejando de lado el objetivo principal que era exigir justicia por Mara.

A pesar de esto, algunos siguen asegurando que no existen protagónicos masculinos, que el periodista solo hacía su trabajo. Aunque desinformado, porque todo buen profesional de la comunicación se hubiera tomado el tiempo para investigar cuáles eran las restricciones y las medidas de seguridad de la marcha.

Incluso, un periodista informado hubiera reflexionado que en la lucha por hacer válidas las decisiones femeninas, lo mejor que puede hacer es comportarse de acuerdo a lo solicitado: Hacer su trabajo, a lado de la marcha sin intentar entrar en el contingente separatista, bien pudo hacerlo en el mixto; pero no, quizá porque su objetivo era iniciar una confrontación y no realizar un trabajo periodístico desde un punto de vista menos subjetivo.

Similar a los hombres que no aceptan un «NO» por respuesta, parece que para el periodista y para un gran sector de la sociedad, el No es No solo es válido en tanto que no se distancie de sus propias expectativas y reflexiones; porque en el siglo XXI, el siglo de la intolerancia, las decisiones femeninas siguen siendo desestimadas, mientras a los hombres se les convierte en protagónicos y mártires ante situaciones en las que las mujeres han sido más vulneradas.

mimi.yohualli@gmail.com

Imagen de Mimí Kitamura

Publicado originalmente en: http://elnovedades.com/2017/09/no-es-no-solo-si-lo-digo-yo/