#DíasDelFuturoPasado Volúmen 14.

Si leen habitualmente mi columna creo que ya identificaron una constante. Cuando hablo de las campañas globales sobre los peligros del plástico siempre soy pesimista. Se debe a que las campañas de las redes internacionales, así como las legislaciones nacionales no plantean soluciones de raíz ni mucho menos, sino que apelan a un sentimentalismo burgués usando a los océanos –y los animales que viven en él- como los principales afectados por el plástico. Rara vez se exhibe como éste afecta a las personas o a los ecosistemas, mares arriba.

La cobertura que se hace de los impactos en los océanos es importante y hasta cierto punto ha funcionado con la clase aspiracionista, además de que es –o debería ser- un reflejo de la interconexión de los océanos y las afectaciones del modelo de producción-consumo en todo el planeta, incluso de aquellos lugares y ecosistemas alejados de la “civilización humana”. Sin embargo, tenemos que entender que el impacto negativo del plástico va más allá de las costas y mares, es más complejo que prohibirlo y que la disposición final “legalizada” también está poniendo en peligro comunidades cercanas y otros ecosistemas que no son necesariamente océanos.

Ahora bien, con las nuevas políticas sobre plástico que viene aplicando China desde inicios de este 2019 esto se convirtió en tema prioritario, no solo para los gobiernos. Muchos ONGs transnacionales han puesto todas sus baterías en la problemática, así queda demostrado con la investigación que Greenpeace East Asia y la Alianza Global para Alternativas a la Incineración llevaron a cabo para identificar el flujo del plástico en el mundo y el impacto que tiene en las comunidades humanas.

Esta investigación que se llevó a cabo principalmente en países asiáticos como Tailandia, Vietnam y Malasia arroja tres resultados base. El primero es que la mayoría de los países en el mundo están sobrepasados por el plástico y no hay una gestión real de estos residuos, al contrario, van improvisando sobre la marcha o bien exportándolo cuando es posible hacerlo. Es por eso que la prohibición china ha pegado tan fuerte. Los países del norte literalmente se están inundando de plástico, algo que no saben cómo manejar, por primera vez se enfrentan a este problema buscando ver como lo solucionan: han convertido al Sudeste Asiático en un basurero plástico sin ninguna restricción, en consecuencia estos países asiáticos están inundados, sin poder gestionar los miles de toneladas que reciben al día.


Mapa de las exportaciones de residuos de plástico a China desde terceros países

Lo segundo es que los países del Sur y muchos del Norte sin la capacidad de “exportar” sus residuos plásticos para el comercio de los mismos van a terminar en tiraderos, rellenos sanitarios, ríos, barrancas, mares y en los últimos tiempos con una tendencia ascendente en los hornos de la industria cementera. En esto último lamentablemente México es tendencia en hacerlo con una industria del cemento que quema miles de toneladas de plástico al año, con incalculables daños e impactos a la salud ambiental y humana de las comunidades cercanas. Ante una mala gestión de residuos, una falta de regulación y de políticas públicas reales, las soluciones de final de tubería son cada vez más utilizadas, generando graves impactos.

El tercer resultado, se refiere a como las corporaciones transnacionales, amas y señoras del uso del plástico, no las que lo producen, ellas pocas veces aparecen en escena aunque sean las mismas petroleras que aprovechan nuestra dependencia al petróleo hasta ese nivel para continuar con su hegemonía, pero las consumidoras primarias, llámese Nestlé, Coca Cola, Unilever, etc siguen beneficiándose del modelo “consume hasta morir” que permite al plástico mantenerse en el primer lugar en el consumo y la producción.

Las grandes transnacionales, a la par de ir aumentando el uso del plástico en sus productos, tanto en el embalaje, transporte, almacenaje y producto final, aprovechan las nuevas tendencias para armar sus propias campañas de fomento al reciclaje, participan activamente con los gobiernos locales y/o nacionales incluso para promover leyes sobre el plástico de un solo uso a sabiendas de que la industria del reciclaje –sí, es una industria, es decir parte de la idea económica, no social- no puede manejar la cantidad de plásticos que se producen actualmente. Con el Green Washing la industria se prepara para buscar salidas ad-hoc al problema. De nuevo la industria cementera suena como su mejor aliado. Y sino no lo creen es fácil ver como es la industria menos atacada por las ONGs transnacionales.

Del 28 de abril al 10 de mayo, más de 180 países se dedican a analizar la normativa en materia del comercio y manejo de residuos a nivel internacional con el objetivo de modificar el Convenio de Basilea para que dentro de la regulación del control del movimiento transfronterizo de residuos peligrosos se incluyan los plásticos –de hecho, son residuos peligrosos en el sentido estricto de la palabra- y así detener la exportación e importación o al menos regularla al máximo. Una medida que se lee interesante y a la cual solo la federación europea de gestión de residuos y servicios ambientales ha puesto oposición, es lógico esta regulación pone en riesgo todo el trabajo que la Unión Europea ha venido haciendo en materia de economía circular y residuos. La modificación del Convenio de Basilea supone un reto para los países que participan en el comercio del plástico pues principalmente los exportadores tendrán que buscar nuevas formas de gestión, ya no podrán usar a otros países como patios traseros en donde “esconder su basura” mientras presumen de verdes. La responsabilidad extendida al productor tampoco es la solución. Están ante una encrucijada mayor.

Pero seguir regulando el comercio de los residuos del plástico a nivel internacional mantiene la problemática justo donde está, no importa cuánto se regule a nivel nacional sin una regulación internacional, que además son paliativos para el problema real al cual no se le puede dar solución a corto o mediano plazo dentro del modelo de producción-consumo; necesitamos una visión radical, anti-capitalista y sobretodo que parta del conocimiento científico que dice que el planeta no aguanta más.

Desde la posible Extinción, no queda más que la Rebelión.

Gómez Palacio, Durango, abril 2019

Por: Jorge Tadeo Vargas, director de LIDECS.

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