Días del Futuro Pasado vol. 15

En los últimos años se ha venido profundizando desde la academia y en algunas organizaciones socio-ambientales el concepto de zona de sacrificios; esto con el fin de poder clasificar aquellas zonas y/o regiones que tienen ciertas caracterizas a nivel local que las hace similares a nivel global.

Estas características por las que reciben este nombre son determinadas por el espacio geográfico donde se instalan industrias altamente contaminante donde además viven poblaciones vulnerables en mucho sentidos que van desde carencias económicas, sociales, de salud, cultura, entre otros derechos básicos para tener una vida digna, donde además la propia actividad industrial los va empobreciendo aún más, aumentando con esto su vulnerabilidad, creando un circulo de injusticias socio-ambientales del cual es muy difícil salir, especialmente porque la única salida que se ve como alternativa es el desplazamiento, la migración forzada.

Otra característica importante de las zonas de sacrificio es la ausencia del Estado para regular la actividad industrial –que casi siempre es extractiva- permitiendo que estas empresas, que son principalmente corporaciones transnacionales continúen contaminando una región. La ausencia del Estado muchas veces se transforma en complicidad o en casos de corrupción entre el gobierno y las empresas sin importar los costos socio-ambientales a corto, mediano y largo plazo, los cuales los pagan las comunidades y la naturaleza.

Aunque el concepto comenzó a cobrar fuerza hace no más de cinco años, cuando los impactos de muchas zonas de sacrificio comenzaron a ser denunciados por sus habitantes, fue en la década de los 70’s del siglo pasado cuando algunos investigadores estadounidenses acuñaron el término para hablar de los impactos del cinturón carbonífero del oeste de los Estados Unidos o de la posibilidad de rehabilitación de territorios mineros devastados por esta actividad extractiva.

Esta posibilidad de rehabilitación, reparación y/o remediación da para otra columna pues tanto los investigadores como las comunidades saben que lo justo es que se repare, se remedie, que la empresa pague por sus daños, pero ¿Es posible? En la mayoría de los casos no lo es.

El Sur Global por ser históricamente el patio trasero del Norte está repleto de zonas de sacrificio; Latinoamérica no es la excepción y vemos que en México estas van en aumento, principalmente aquellas asociadas a la industria petrolera tanto en la extracción como en la producción (refinerías…) en nuestro país justo a un lado de la refinería que se encuentra en Atitalaquia, Estado de Hidalgo, es que tenemos una de las regiones de sacrificio más contaminadas del mundo y con un impacto directo sobre dos entidades federativas.

Conocida por las propias comunidades que la habitan como “la tripe A de la muerte” los municipios de Atitalaquia, Atotonilco en el Estado de Hidalgo y Apaxco en el Estado de México tienen tal cantidad de industria contaminante que sus habitantes han perdido la esperanza de respirar aire limpio, donde la salud ambiental y humana han sido puestas en venta a la industria petrolera, cementera, del plástico, de agrotóxicos entre muchas otras, que con la complicidad de los gobiernos municipales, estatales y federal no tienen ni siquiera la posibilidad de tener agua medianamente limpia ya sea para consumo humano o para la poca agricultura que les queda. Tienen que usar las aguas residuales urbanas e industriales que han contaminado por completo sus ríos.

Este puede parecer un ejemplo muy radical de lo que es más que una zona una región de sacrificio, pero es la que mejor nos sirve para poner en evidencia al modelo injusto que sostiene un sistema de clases donde los seres humanos y la naturaleza tienen precio y los que tienen el poder económico y político están dispuestos a pagar por ellos, asesinando ya sea de forma rápida o lenta como ocurre en estas regiones con tal de mantener su zona de comodidad. Para ellos es lo único que importa. El “crecimiento económico ilimitado” y su forma de vida “consume hasta morir”.

Las regiones de sacrificio responden al fracaso de la economía sin límites que nos vendía el neoliberalismo, convirtiendo zonas muy bien delimitadas y definidas en lugares de extracción de recursos para ellos, naturaleza para nosotras separadas por fronteras imaginadas y reales, manteniendo el confort del modelo de producción-consumo. Estas murallas y fronteras se presentan de muchas formas, desde las económicas que funcionan en base de la obsolescencia percibida, del clasismo y la segregación hasta las reales.

La división global y local está muy clara, así como las zonas de sacrificio. Afortunadamente las poblaciones no están dispuestas a soportar más y siguen resistiendo para recuperar sus territorios, se mantienen en una rebelión contra la extinción.

Apaxco, Estado de México, mayo 2019

Por: Jorge Tadeo Vargas. @primaindie

Director de lidecs.org