La expansión de la pandemia por Covid-19 ha planteado múltiples retos no sólo en materia de salud y economía, sino también en términos sociales y culturales. Por ejemplo, respecto a la forma en que nos relacionamos con nuestros muertos y al modo en que los gobiernos gestionan la muerte y los cuerpos de las personas fallecidas. Si bien las preguntas en torno a cómo evitar o afrontar una crisis forense generada por la pandemia son en este momento universales, cada país ha tomado sus resoluciones considerando su contexto.

En México, familiares de personas desaparecidas han exigido que al momento de tomar resoluciones respecto al manejo de cuerpos en el marco de la pandemia de Covid-19, se considere la crisis forense ya existente en el país. Crisis que suma alrededor de 38 mil personas sin identificar, para quienes las familias han exigido pronta y certera identificación, así como un trato digno de sus cuerpos. En la actual coyuntura abierta por la Covid-19, ¿qué podemos aprender de quienes conocen de cerca las prácticas violentas del Estado mexicano respecto a los cuerpos de personas no identificadas?, ¿qué requerimos escuchar de las y los buscadores que se han visto interpeladas política y emocionalmente por las y los muertos inhumados en fosas comunes y clandestinas de este país?  

En primer lugar, escuchar a las familias de personas desaparecidas y a los organismos de la sociedad civil que las acompañan, se vuelve imprescindible para pensar el contexto y las consecuencias de una posible crisis desatada por esta enfermedad, donde desde hace varios años se han encontrado miles de fosas.

En México existen modalidades del manejo de cuerpos por parte del Estado, que dificultan el proceso de búsqueda. Las inhumaciones en fosas comunes, o la cremación masiva de cuerpos sin identificación genética o fichas de información, son el más claro ejemplo de ello.Tan solo para el estado de Jalisco, se ha documentado la incineración de 1,559 personas sin identificar, y un incalculable número de personas inhumadas sin los procesos debidos.

Conociendo estas prácticas, familiares de personas desaparecidas lanzaron un llamado al gobierno mexicano el 12 de abril con una exigencia fundamental frente al manejo de cadáveres por Covid-19: la no cremación de cuerpos de personas no identificadas, apegándose a la Ley General de Víctimas. Además, llamaron a considerar el protocolo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que implica la realización de un Archivo Básico de Identificación.

Sin desatender las medidas sanitarias frente a la enfermedad, las familias de personas desaparecidas en México pusieron en el debate público la importancia de considerar el contexto de graves violaciones a derechos humanos que enmarca la actual coyuntura sanitaria. De no considerar su llamado, la cremación de personas no identificadas fallecidas por la Covid-19 haría más difícil la ya ardua y urgente tarea de encontrar a las más de 60 mil personas desaparecidas.

Para pensar este tema, antropólogas físicas y forenses mexicanas y expertos del Centro de Antropología y Arqueología Forense de Brasil (CAAF) participaron en un foro virtual organizado por el GIASF el pasado 14 de abril. Los ponentes coincidieron en la necesidad de contemplar el posible vínculo entre la actual situación desatada por la pandemia y el largo historial de graves violaciones de derechos humanos ligado a la desaparición de personas en la historia reciente de nuestros países. Para el caso mexicano, las expositoras señalaron la saturación de los servicios forenses, e insistieron, como lo han hecho las familias, en evitar recrudecer la crisis forense con la cremación de cuerpos no identificados.

Días después del comunicado de las familias, el Consejo de Salubridad General emitió un acuerdo en el Diario Oficial de la Federación por medio del cual “se prohíbe la incineración de cuerpos no identificados e identificados no reclamados fallecidos a consecuencia de la enfermedad por el virus SARS-CoV2 (COVID-19), y además, se sugieren medidas para el registro de las defunciones en el marco de la emergencia sanitaria.” Habrá que garantizar que las entidades federativas en México cumplan la disposición federal.

Collage de la Isla-fosa donde las personas sin nombre son enterradas en N.Y.
Por Marcela Turati

En segundo lugar, escuchar la experiencia de las familias en búsqueda y de aquellas que ya han sido restituidas, nos recuerda una dimensión que no debe perderse en la coyuntura actual: el respeto a la dignidad y a los derechos de los muertos.

Con el comunicado del 12 de abril, las familias también pusieron de manifiesto las violencias con que han sido tratados los cuerpos de miles de personas en México. El maltrato hacia los cuerpos sin vida de estas personas durante su resguardo, y la cremación e inhumación sin identificación, no son solamente violaciones a los derechos de los familiares de las víctimas directas. También violan sus derechos como sujetos no vivos. El llamado para que esto no suceda con las personas fallecidas por la Covid-19 forma parte de una exigencia mayor de que estas prácticas no sucedan con ninguna persona.

Las familias en búsqueda y las de víctimas de muerte violenta, también nos han enseñado la importancia de los afectos rituales que rodean a la muerteque permitenrehumanizar y redignificar a las personas halladas en cualquier circunstancia de muerte violenta. 

Es cierto que las muertes por Covid- 19 se distancian enormemente de la experiencia de las familias en búsqueda o restituidas, sin embargo, podemos aprender del cuidado de los muertos que ellas y ellos tienen. Guardando las diferencias, sus experiencias y prácticas para con los muertos, podrían ayudarnos a pensar e imaginar despedidas, que en el caso de los fallecimientos por Covid-19 no podrán realizarse de acuerdo con los rituales que social y culturalmente consideren quienes pierden a un ser querido.

Desde el contexto mexicano escuchar a las y los familiares de desaparecidos o víctimas de muerte violenta es hoy necesario. No para dar recetas como respuestas, sino para hacernos preguntas en torno a la muerte: a la gestión gubernamental de los muertos y a los afectos que podemos activar frente a la imposibilidad del elaborar el ritual del adiós. Sus conocimientos y su camino de lucha también se vuelven indispensables para no profundizar una herida ya existente relacionada con los miles de desaparecidos y los otros miles de cuerpos sin identificar. 

En momentos como el que vivimos, escuchar y aprender de las familias en búsqueda podría orientarnos, sobre todo, para no perder ningún aspecto de humanidad frente a nuestros muertos, aún en la emergencia. 


Por: Sandra Odeth Gerardo Pérez / GIASF*
Publicado en: https://adondevanlosdesaparecidos.org/


*El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador y estudiantes asociados a los proyectos del Grupo (Ver más: www.giasf.org)