“A partir de 2025, muchos de los hogares más ricos del mundo contarán con un robot sexual. En 2035, la mayoría tendrá un juguete sexual con el que interactuará en realidad virtual y en 2050, el sexo entre personas y robots superará a las relaciones entre humanos”. Así de contundente se mostraba el físico, matemático y futurólogo Ian Pearson en un informe sobre el futuro del sexo que elaboró para Bondara, una marca inglesa de tiendas eróticas online.

Desafortunadamente, la tecnología no parece haber cambiado nuestra vida laboral tan profundamente como había prometido. Sí, manejamos unos sofisticados aparatos (ordenadores) y podemos hablar con cualquiera al otro lado del mundo, pero seguimos atados a un escritorio, a un edificio y a jornadas maratonianas cuando la utopía y la ciencia ficción auguraban una civilización del ocio para el siglo XXI.

Nuestra vida sexual, sin embargo, si parece vislumbrar futuros alucinantes y los robots son solo la punta del iceberg. “El uso de humanoides para las relaciones sexuales ha creado mucha controversia”, señala Ian Pearson a S Moda, “sin embargo, no es ni mucho menos lo más inquietante. Aunque también es cierto que las relaciones con ellos se volverán cada vez más complicadas, a medida que éstos se sofistiquen y desarrollen algo similar a las emociones”.

Lo que ya se conoce como sextech (alta tecnología aplicada al sexo), trabaja sin descanso para proporcionarnos, en un futuro muy próximo, la posibilidad de acceder a un extenso menú de prácticas sexuales, en las que el cuerpo ya no será un límite. Como Pearson apunta, “la gente podrá hacerse un replicante, exactamente igual, y tener (literalmente) sexo consigo mismo. La realidad virtual nos permitirá tener relaciones a distancia y sentir besos, caricias y contactos, gracias a sensores conectados a pantallas táctiles que envían mensajes al cerebro. Será fácil materializar la fantasía que cualquiera imagine, o fabricar la réplica de alguien que ya haya muerto. Es ya factible suspender, temporalmente, la consciencia para percibir sensaciones de otros cuerpos. Por ejemplo, si se quiere experimentar el cambio de sexo. O podemos intercambiar cuerpos, tener relaciones íntimas y que cada uno sienta lo que siente el otro. La gente podrá experimentar tener otro sexo, otra edad. Y estas múltiples posibilidades traerán problemas morales y legales (nada impide a un pedófilo tener un niño robot para el sexo); porque la tecnología avanza mucho más rápido que la sociedad, la política o las leyes”.

Siguiendo con esta película de ciencia ficción en la que la imaginación no tiene límites, Pearson apunta también la “posibilidad de crear nuevos tipos de sexo, nuevos genitales. ¿Por qué no inventar más sexos, en vez de quedarnos solo con dos? Podemos crear 20 nuevos géneros. Fabricar genitales y dotarlos de sensibilidad erótica y capacidad de llegar al clímax.

Se podrán tener orgasmos con estimulación electrónica, activando las áreas del cerebro que se encienden durante el sexo. Tan solo hace falta un implante, muchos robots lo tienen, y cada vez que se presione un botón se generará un orgasmo de 15 a 17 segundos de duración”.

En este momento, Ian trabaja en lo que se llama active skin o electronic skin, una invención suya de 2001, que permite grabar sensaciones para recrearlas después. “Por ejemplo, si tienes buen sexo con un excelente amante, puedes grabarlo y luego recrear esa sesión cuando él esté lejos, hablando por teléfono. O tener una relación con alguna celebrity, grabarla y luego venderla por Amazon para que otro la disfrute. Esta habilidad de registrar, guardar y luego recrear sensaciones permitirá abrir bibliotecas con experiencias de todo tipo, perpetradas por toda clase de gente, a las que cualquiera podrá acceder”, afirma este experto.

La pregunta es, ¿podremos asimilar todos estos cambios?

La posibilidad de acceder a un menú casi ilimitado de experiencias con, prácticamente, cualquier miembro de la humanidad o de la comunidad humanoide, genera un cierto vértigo. Especialmente, cuando el motivo por el que más personas acuden a la consulta de un sexólogo es la falta de deseo. No tenemos apetito y el futuro nos invita amablemente a una bacanal con cientos de platos que debemos, al menos, probar (so pena de convertirnos en unos cursis o unos casposos). La expresión ‘hacer el amor’ pronto caerá en desuso porque el amor o el sexo ya vendrá hecho, como cualquier plato precocinado. Tan solo habrá que accionar el dispositivo, ponerse los sensores y experimentar sensaciones de muchos decibelios.

“No soy psicólogo ni un experto en la mente humana”, comenta Pearson, “pero no es difícil imaginar que habrá muchas personas que no puedan asimilar todos estos cambios, que se vuelvan adictas o que tengan problemas de identidad de género, al existir todas estas posibilidades. Surgirán nuevas patologías sexuales y existe el riesgo de que la hostilidad entre los dos sexos (hombres y mujeres) se acentúe”, señala Ian.

En el bando de los positivistas, los que ven la botella medio llena, figuran numerosas empresas que ven en el sextech un negocio con mucho potencial. Bryony Cole es CEO en Future of Sex, una plataforma creada en 2016 que engloba las nuevas tendencias en sexualidad que nos traerá la alta tecnología y las canaliza hacia el gran público o los diferentes mercados a través de charlas, eventos, investigación o formación. “Más que de cibersex nosotros hablamos de sextech; es decir, cualquier tecnología diseñada para mejorar la sexualidad”, apunta Cole a S Moda. “El sextech abarca un ámbito más amplio y su mercado está valorado en 30 mil millones de dólares. Su aportación tendrá un gran impacto en ciertas poblaciones como los mayores o las personas con discapacidades, que generalmente tienen un limitado acceso a la salud, al bienestar sexual y a productos y servicios íntimos. Lo que supone también una gran oportunidad para los inversores. En el futuro yo veo el sextech mejorando la sexualidad de la gente y la educación sexual de los jóvenes. La realidad virtual puede ser una excelente arma para la terapia sexual y la moderna tecnología una forma efectiva de atajar y reducir las agresiones sexuales”.

Si la revolución sexual de los años 70 supuso desligar el sexo de la reproducción (gracias a la píldora anticonceptiva) y del amor (sexo casual); la alta tecnología nos promete, a través de sensores, humanoides y realidad virtual, proporcionarnos el mejor sexo posible, fisiológicamente hablando. “Los robots y los modernos mecanismos tendrán acceso directo a las áreas erógenas del cerebro. Algo imposible, incluso para el amante más experto”, asegura Ian Pearson.

Pero el futuro también lo conforman los avances científicos en materia sexual y fisiológica. Y si, a día de hoy todavía no parece que acabemos de entender del todo cómo funciona nuestro organismo, nos queda aún mucho por descubrir en el misterioso y apasionante campo de la sexualidad humana. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, “las investigaciones, se centran ahora en la parte orgánica de la sexualidad femenina; y eso se debe a que se han incorporado a la sexología médicos y no solo psicólogos, como era más habitual antes. ¿Qué neurotransmisores intervienen en la satisfacción o el deseo?, nos seguimos preguntando. Se sigue investigando, desde el punto de vista anatómico y fisiológico, el punto G y el clítoris, cuyo funcionamiento entraña todavía grandes lagunas y el complejo uretro-clitoridiano-vaginal. Curiosamente, la investigación está centrada ahora en el cuerpo y no tanto en el cerebro, como el cibersex”.

¿Es el fin del sexo la consecución del placer (el orgasmo), o el camino que hay que recorrer para llegar hasta él? “Yo en el futuro veo que habrá dos corrientes”, apunta Molero, “los que se vuelquen en estas nuevas tecnologías, que crearán sus adicciones, y los que vuelvan a una sexualidad más analógica, más natural. El sexo está ligado a tres elementos: placer, reproducción y comunicación erótica. Y es muy probable que ese placer aséptico, que podamos tener gracias a los nuevos mecanismos no nos sea suficiente. No nos sacie, porque nos falta el contacto con otro. ¿Dónde queda la conquista, el juego, la incertidumbre, la motivación personal, la aventura (con sus éxitos y fracasos) o la seducción cuando uno tiene un dispositivo que puede apretar y que le proporciona un orgasmo instantáneo?”.

Fuente: elpais.com