#DíasdelFuturoPasado volumen 28

En tiempos de colapso, el sistema de clases busca un chivo expiatorio a quien culpar de las multiples crisis sistémicas provocadas por el modelo de producción-consumo. mientras que éste se ha ido “perfeccionando” la devastación socio-ecológica va en aumento.

A medida que los medios de comunicación toman como chivo expiatorio al cambio climático, culpándolo de todos nuestros males actuales y por venir, cualquier otra problemática socio-ecológica provocada por el modelo extractivo queda fuera de foco, incuso algunas como la minería de litio o el plástico verde son justificadas para continuar con el maquillaje verde. Aquí vale preguntarse qué tan culpable es el cambio climático de toda la crisis civilizatoria o es simplemente una consecuencia mayor, producida por el modelo de producción-consumo, modelo que si bien es cierto que con la llegada del neoliberalismo alcanzo el máximo nivel de depredación, este viene funcionando como motor de la economía global mínimo desde la revolución industrial, aunque algunos antropólogos radicales mencionan la entrada de la agricultura como el punto de inflexión del modelo civilizatorio actual, un tema para discutir después.

Sería absurdo negar que la crisis climática se presenta como la mayor amenaza para nuestra civilización actual, ni que sus consecuencias nos ponen en un riesgo muy grande de desaparecer como especie, el cual solo podemos subsanar con un gran esfuerzo adaptativo a las condiciones que se vienen presentando y que van en aumento; sin embargo, no podemos caer en el juego maquiavélico del sistema de asegurar que todos nuestros esfuerzos deben de ir encaminados a frenar el cambio climático. En primer lugar, porque es imposible frenarlo, ya lo estamos viviendo y a lo mucho –y esa debe ser nuestra apuesta- podemos adaptarnos a las nuevas condiciones, mientras buscamos los mecanismos comunitarios, colectivos y ecosistémicos para que las consecuencias se reduzcan al mínimo.

Esto nos lleva a lo segundo: el sistema no está buscando un cambio radical, sería un suicidio para él, lo que busca es un maquillaje que le permita ir modificando ciertos patrones y así continuar con su hegemonía. Por lo tanto, es mucho mejor hablar de emergencia climática que de emergencia sistémica. Mientras hablemos de cambio climático, desde un discurso desfasado de la realidad es mucho más difícil para las comunidades vulneradas comenzar con un verdadero proceso de adaptación, especialmente para aquellas –que son casi todas- que viven en territorios devastados, privatizados, donde la incidencia y la libre autodeterminación de los pueblos se ve cooptada por la violencia del Estado y las corporaciones transnacionales.

Minería de Litio en Chile.

El modelo de producción-consumo está en crisis, también lo está el sistema de clases. Es imposible negarlo y esto lo lleva a buscar como adaptarse para sobrevivir, mutar hacia otro sistema mucho más agresivo que tiene como antecedente cercano, el feudalismo con sus espacios amurallados para la protección de quienes tienen el poder político y económico y donde las poblaciones vulneradas sobreviven en las regiones de sacrificio. Esto es claro para cualquiera que no tenga miopía ideológica. También es claro que la crisis climática es el mayor síntoma de esta enfermedad llamada neo-extractivismo, capitalismo, o como le quieran llamar los académicos a este sistema de clases que viene oprimiendo desde hace algunos siglos, especializándose hasta llegar a lo que tenemos actualmente.

Desde esta crisis socio-ecológica podemos/debemos actuar para construir nuevas formas de relacionarnos entre nosotras y con la naturaleza, y eso solo lo podremos hacer si logramos rescatar la acción y el discurso de quienes hoy lo tienen secuestrado para darnos una versión a modo, sin contenido, desde la lógica del mercado y lo que es peor sin colectividad, apoyo mutuo, comunalidad.

Desde algún lugar en el Nevado de Toluca

Septiembre 2019

Por: Jorge Tadeo Vargas Juvera

Director de www.lidecs.org