#CrónicasdeWormwood

Por: Jorge Tadeo Vargas.*

La década de los ochenta es una década que para mucho es opaca, para el olvido; en la política se comenzó a dibujar el neoliberalismo como forma de gobierno; en los Estados Unidos, Ronald Regan, un mal actor de Hollywood llegó a la presidencia con lo que trajo una década de desempleo, miseria. En el Reino Unido, Margaret Tatcher habló de que no había alternativas al capitalismo, priorizando al individuo sobre la colectividad. En México se comenzaba a dibujar una crisis socio-económica de la cual no hemos logrado salir.

En la música global, a pesar de los esfuerzos del American Hardcore de retomar el espíritu del punk de la década anterior, esto costaba trabajo, se mantenía como una escena musical para adolescentes y aunque con el paso del tiempo fueron parte de las influencias de lo que vino después en esos momentos, lo que sonaba en las radios, quienes tenían la hegemonía total era el New Wave británico, hijo bastardo del punk inglés y el Glam Metal principalmente aquel que salía desde la oscura y decadente Sunset Boulevard en Los Ángeles, California. La escena musical en particular, así como otras formas de expresión artística como la pintura, la literatura, pasaban por un mal momento, salvo algunas excepciones en la literatura, solo el cine donde muchos directores que venían creando obras maestras desde años anteriores sacaron la cara por todos los demás; aunque esta década permitió que Hollywood finalmente tomará la hegemonía como el espacio para producir los mayores éxitos comerciales, mismos que tenían como característica su baja calidad artística.

Mother Love Bone, Andy Wood en primer plano.

Sin embargo, como siempre, como todo, la superficie es engañosa, mientras que el mainstream nos vendía el Glam Metal como la máxima expresión artística, el New Wave trataba de pasar como “alternativo” disfrazándose de gótico, oscuro; a la izquierda del dial de la radio estadounidense comenzaba a gestarse un nuevo movimiento musical que vendría a revolucionar la música en particular y la cultura pop en general, siendo posiblemente el último gran momento que se ha vivido con respecto al rock y su capacidad de ser contestatario, creador, libertario.

Kyle Anderson en su libro: “Accidental Revolution: the Story of Grunge” inicia con la frase: “El rock ha muerto y Axl Rose tiene la culpa”, un prólogo para dejar claro que mientras que el Glam Metal entraba en su etapa terminal, sus sobrevivientes, como fue en ese momento los Guns and Roses fueron capaces de encaminarse hacia otro sonido mucho más global, matando con eso el rock. Una afirmación no solo muy arriesgada, sino un tanto equivocada pues lo que pasaba justo en ese momento era el cierre de un ciclo, pasando a otra cosa. Muchos grupos que se habían mantenido fuera del ojo del mainstream comenzaban a cobrar fuerza, a firmar con grandes compañías disqueras, aparecer en las revistas especializadas y no solo en los fanzines. Sonic Youth, R.E.M, Janes Addiction’s empezaban su camino a la fama, lo que abrió las puertas para que los cazadores de talentos, esos que están en cualquier profesión donde haya dinero, comenzaran a buscar la escena alternativa que pudiera explotar hacia los mainstream, como en su momento fue el Punk en Londres, Thrash Metal del área de la Bahía de California, el Glam Metal en Los Ángeles, por mencionar algunos ejemplos. El lugar ideal para esto lo encontraron en Seattle, Washington, donde una joven escena, llena de influencias que venían justamente del American Hardcore y toda esa música alternativa que se escuchaba en las radios universitarias de la que se leía en fanzines, que no llenaban grandes estadios sino tocaban en bares y/o pequeños locales. Este fue el caldo de cultivo que dio paso a un movimiento local con una idea muy punk de hazlo tú mismo, que terminó convirtiéndose en un fenómeno global, el último momento en que las grandes compañías disqueras lograron enriquecerse, volviéndose multimillonarias antes del quiebre del mundo musical como negocio en manos de corporativos únicos.

Hacer un recorrido por toda la historia de esta escena que el mainstream bautizo como Grunge y donde encasillaban lo mismo a Nirvana, banda estandarte para vender esta escena al mundo, que a Mudhoney o Screaming Trees, los cuales lo único que tenían en común es pertenecer a una misma ciudad y a una misma escena es un tanto ocioso. Hacer este recorrido nos llevaría todo un libro, y al menos Kyle Anderson ya lo hizo y muy bien, igual que Mark Yam con su libro: “Todo el mundo adora nuestra ciudad: historia oral del Grunge“. Pero más allá de las etiquetas, cosa que en su momento muchas bandas trataron de negar, la revolución musical que causaron ya es parte de la historia y del presente de la música en todo el mundo.

Como toda escena o movimiento musical tiene sus mitos, sus leyendas, sus historias, sabemos que la escena de Seattle no hubiera sido nada sin la presencia de Bruce Pavitt y Jonathan Poneman, creadores del sello Sub Pop, culpables directos de que muchos grupos pudieran grabar sus discos, previo a ser cazados por los grandes sellos discográficos. Con ellos grabó Green River, primera banda en utilizar el término Grunge, además del primer disco de Nirvana y de los Soundgarden entre otros; aunque para mi hay un momento clave dentro de la escena que les dio el aura de estar en el camino correcto, esa parte que le gusta a los medios y que la explotan a la perfección. Todo movimiento necesita un mártir, alguien a quienes los fans puedan admirar quedando en la memoria como una persona intachable, un verdadero artista. El Grunge tiene cuatro que en determinadas épocas han venido a reforzar las leyendas.

El primero y el único que no disfruto de la fama y el dinero que estaba llegando a Seattle es Andrew Wood, vocalista de Mother Love Bone, que se suicidó de una sobredosis de heroína dejando un disco póstumo. Después de su muerte la banda no siguió tocando, pero meses después pasó a convertirse en Pearl Jam. Andy, no solo era reconocido en toda la escena de Seattle, para muchos era/fue el mejor frontman que dio esa ciudad. En el documento sobre su vida: “Malfunkshun: La historia de Andrew Wood“, se habla de su aportación al sonido de Seattle y como él fue parte fundamental en la evolución de toda esta revolución musical. Al menos existe algo muy claro. Sin la muerte de Wood, Pearl Jam no existiría y es posible que la historia del Grunge fuera totalmente distinta en la actualidad.

Nirvana es posiblemente la banda más popular que surgió de toda esta revolución, que como bien lo escribe Kyle Anderson, fue totalmente accidental, los cazadores de talento llegaron y aprovecharon el momento para convertir en estrellas a todas aquellas bandas que cumplieron con los requisitos para hacerlo. Nirvana, específicamente Kurt Cobain cumplía con ellos. Personalidad depresiva, talento musical y fácilmente manipulable. Con solo tres discos de estudio y un unplugged, Nirvana llevo al Grunge al nivel más alto permitiendo que muchas otras bandas llegaran a las grandes ligas como lo son, Alice in Chains, Soundgarden y por supuesto Pearl Jam. Cobain fue la cara de este movimiento hacia el mundo lo que trajo como resultado su suicidio cuatro años después de que Andrew Wood lo hiciera cerrando con esto el capítulo mainstream de una ciudad, de un supuesto género musical dejando que algunas bandas se mantuvieran dentro del mainstream haciendo música más allá de Seattle y una etiqueta que para entonces ya era usada para definir bandas en California, Inglaterra o Australia. El suicidio de Cobain por más doloroso que fue para sus fans cerró las puertas para otras propuestas de Seattle que no estaban cuajando en el terreno masivo de lo comercial como Screaming Trees, Tad y los mismo Mudhoney, y puso cada cosa en su lugar lo cual a la fecha es de agradecer.

Ocho años después y con una carrera musical muy establecida, Laney Stanley, vocalista de los Alice in Chains, el mismo día que Kurt Cobain decide quitarse la vida con una sobredosis de heroína. Para cuando Stanley decide suicidarse la fiebre del Grunge ya había pasado, ellos como un par de bandas más se mantenían tocando, grabando y con un buen número de fans. La decisión que tomó no es la misma que tomó Cobain, sin embargo, resulta curioso que lo último que grabaron los dos fue un Unplugged para MTV, mismo que deja muestra del dolor y la desesperación que sentían en ese momento.

En el 2017, Chris Cornell se convirtió en el último mártir del Grunge, un movimiento ya sobre pasado, quedado en el olvido por el mainstream que ha buscado primero en el Nu-Metal y luego en la música mal llamada Indie encontrar su nueva veta de oro sin lograrlo y entrando en una crisis económica de la cual no saldrá. Cornell fue el más prolífico de los tres, con Soundgarden hizo grandes discos, al igual que como solista y en el proyecto con la base musical de Rage Against the Machine, llamado Audioslave. Al final su ansiedad lo llevo al suicidio en plena gira de regreso de los Soundgarden. El ultimo mártir del sonido de Seattle.

La revolución accidental que dio paso a la comercialización de la escena musical de Seattle, trajo consigo un atrevimiento de muchas bandas de buscar un sonido más allá de las modas o el consumo el cual a pesar del robo y plagio del mainstream logró sobrevivir y mantenerse, solo basta ver bandas que siguen tocando, produciendo, dando giras, influenciando a nuevas generaciones a más de 20 años de aquel fatídico 1991, cuando la revolución inicio.

*Jorge Tadeo Vargas es Activista, anarquista, biólogo, panadero casero y coordinador de lidecs

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