Por Pelao Carballo

La última hornada y re-perfeccionamiento de las anteriores formas de realizar golpes y autogolpes es la siguiente: el gobierno crea y agudiza el conflicto con una decisión que afecta el bolsillo del pueblo, exacerbando una situación previa. La respuesta no violenta pero contundente de los pueblos es respondida con militarización y guerra mediática que implica trasmisión de solo lo que dice el gobierno y ocultamiento y mentira respecto a las violaciones de derechos humanos. Las oposiciones parlamentarias se muestran intrascendentes, inoperantes y es el pueblo quien enfrenta en solitario a la represión. El objetivo de los gobiernos es anticipar la crisis creándola y administrándola para normalizar la represión militarizada, poner en entredicho la cultura de derechos humanos y incubar el miedo en el pueblo a base de asesinatos y torturas impunes, para impedir o dificultar futuras reacciones a las crisis (casos Chile, Ecuador, Paraguay 2019).

Viene del perfeccionamiento que se hizo en Brasil (Dilma) y en Venezuela (autogolpe de Maduro) y de las actualizaciones que se hizo en los 2000 y primeros ‘010 en Ecuador, Honduras, Venezuela y Paraguay (Lugo), las que venían del modelo Fujimori de los ’90, liderados por civiles para estabilizar el neoliberalismo a costa de muertes que era un aggiornamiento de los golpes militares clásicos gorilas de los ‘60 y ’70 latinoamericanos y del caribe (Piñera, Videla, etc).

Chile.

Sofisticación del golpismo en Latinoamérica

Entre el 15 y el 22 de junio de 2012, en Paraguay, se escribió un nuevo capítulo del golpismo en Latinoamérica, aunque para ser más exactos deberíamos decir “golpismo de inspiración estadounidense en Latinoamérica”. Un nuevo tipo de golpe, que confía más en la institucionalidad parlamentaria y estatal antes que en las fuerzas armadas, que se construye más a partir de los esfuerzos de los medios de comunicación masivos mayoritarios que de confabulaciones de cuartel, que se basa más en la desmovilización y confusión de las gentes que en los tanques en las calles. Un modelo puesto en ejercicio primeramente en el Ecuador de los ’90, refinado a partir del fracaso del golpe de Estado venezolano a Chávez en 2002, y probado con éxito en el golpe que derribó en junio del 2009 al presidente de Honduras, Miguel Zelaya.

Un tipo de golpe parlamentario basado en el control cultural conservador de la institucionalidad del Estado, del control parlamentario por parte de la derecha y de la participación activa de la prensa y policía. Golpes de Estados que no buscan instalar dictaduras del viejo estilo (no busca instalar nuevos Pinochets o Videlas), sino más bien deshacerse de gobiernos que complican el equilibrio de poderes interno y que en lo geopolítico pretenden fortalecer el papel de Estados Unidos como potencia continental, frente a la explícita competencia sudamericana que es Brasil y sus alianzas regionales (Venezuela, Argentina, Cuba, etc) y extra continentales (China en particular). 

En lo clásico sigue siendo un tipo de golpe de Estado católico, hechos a la medida del sector conservador de la Iglesia católica latinoamericana y un golpismo también hecho a la medida de los agronegocios y el mercado extractivista y de comodities

Chile, hoy.

En Paraguay esto ha alcanzado cierta sofisticación que hay que tomar en cuenta. Si bien lo tradicional sostiene lo nuevo, es decir el apoyo de los agronegocios, del mercado de comodities, de la Iglesia católica, la finalidad del golpe de Estado parlamentario puesto en ejercicio entre el 15 de junio y el 22 del mismo mes el año pasado en Paraguay apunta a fortalecer el consenso democrático neoliberal con sus especificidades locales.

El golpe de Estado parlamentario sofisticado en Paraguay sirvió a múltiples propósitos, siendo el principal de ellos el fortalecer la idea de que la democracia electoral es la herramienta para solucionar y cerrar todos los conflictos políticos y sociales. El golpe de Estado de junio de 2012 se realizó al comienzo del calendario electoral que concluyó en las elecciones generales de abril 2013. El presidente que asumió fue el (neo)liberal Federico Franco, un ultra católico del Opus Dei, quien era el vicepresidente en ese momento, mediante el mecanismo parlamentario del Juicio Político al Presidente, herramienta que sólo necesita de los votos necesarios en el Senado y ningún argumento para destituir a cualquier autoridad de los poderes del Estado, en este caso el afectado fue un presidente que simbólicamente, más que en la práctica, cuestionaba el poder neoliberal y la influencia yanqui en la región. Aparentemente Lugo era demasiado amistoso con Brasil.

El golpe de Estado pareció pues resolverse con la participación en las elecciones, fraudulentas como todas, pero legitimadas por la OEA (Organización de Estados Americanos) y, principalmente, por la participación con candidaturas de los sectores de izquierda y centro izquierda afectados por el golpe de Estado. De hecho, el presidente derrocado, Fernando Lugo participó como candidato resultando electo senador.

La masacre de Marina Kue del 15 de junio de 2012 fue la excusa de crisis para llamar al juicio político que terminó derribando al gobierno de Fernando Lugo. En la masacre fueron muertos, ejecutados ilegalmente la mayoría de ellos, 11 campesinos que ocupaban las tierras de la hacienda Marina Kue, tierras fiscales usurpadas por una empresa de propiedad de importantes políticos del partido Colorado, golpista también y que ha ganado las elecciones de abril de este año. Murieron también 6 policías y es por eso que los medios mayoritarios de prensa hablaron de “crisis”. Esta masacre y el juicio a que están siendo sometidos los campesinos y campesinas paraguayas imputadas en el caso, tuvo y tiene por objetivo principal criminalizar la lucha campesina y castigar, en los hechos y simbólicamente, la intención de recuperar tierras fiscales usurpadas por los poderosos del país (llamadas tierras “malhabidas”) y la auto-organización campesina para lograr ese objetivo. 

Fernando Lugo, presidente de Uruguay destituido por el Parlamento en 2012.

La concatenación de la masacre de Marina Kue y el golpe de Estado parlamentario impidió en un primer momento que la resistencia al golpe se centrara en la exigencia de libertad a los presos y presas políticas del caso. Los primeros momentos de la resistencia estuvieron marcados por el exceso de dependencia de las organizaciones sociales y políticas progresistas paraguayas de los partidos políticos y su dirección. Por ello la resistencia no pudo tomar nunca una solidez y fuerza social contundente en tanto la agenda electoral de los partidos políticos progresistas fue llenando las acciones y energías de la mayoría de la gente que resistió al golpe, ya sea por convicciones democráticas, constitucionalistas o por fundamentos antigolpistas.

La lucha por la libertad de los presos y las presas políticas de Marina Kue fue constituyéndose en el eje de la resistencia y en el espacio único de unidad del antigolpismo, dividido en todos los demás escenarios por razones electorales. Esta lucha tiene varios aspectos: judicial, luchando contra un sistema judicial (fiscalía, jueces, tribunales, Corte) corrupto y al servicio de los terratenientes poderosos; de lucha contra una policía que intenta culpabilizar a los campesinos de todas las muertes (la policía ejecutó a la mayoría de los campesinos muertos ese día y varias hipótesis apuntan a que las muertes de policías se deben a “fuego amigo”); mediático, con el fin de revertir la acusación que hace la prensa comercial de “asesinos” y “delincuentes” a los campesinos y las campesinas que luchan por la tierra; psicosocial, con el fin de apoyar a las familias de los campesinos muertos y sobrevivientes presos y presas o imputados e imputadas, en su sobrevivencia cotidiana puesto que no sólo perdieron todo en el posterior desalojo de las tierras de Marina Kue sino que, en la condición  de imputados e imputadas “en rebeldía”, es muy difícil para estas personas acceder a un trabajo o realizar un trámite bajo la amenaza de prisión que tienen si llegan a ser chequeada su identidad por la policía; organizacional, puesto que la masacre desarticuló y conmocionó de tal modo a las organizaciones locales que aún no se logran reorganizar efectivamente.

Las individualidades y organizaciones libertarias presentes en el Paraguay, han estado presentes en esta lucha, por la libertad de todos los presos y presas de Marina Kue, intentando que esta sea asumida como lo que es: una causa social, transversal, por sobre sectarismo políticos y en defensa de la legítima lucha campesina por la tierra, y en especial contra el agronegocio de la soya y los agrotóxicos.